miércoles, 25 de abril de 2018

Red de Agujeros

Suelen no apreciarse cuán profundas y complejas son históricamente estas tierras donde estuvo uno de los cinco centros civilizatorios originarios, joya única para el imperio español, cuyo proyecto nacional surgió como revuelta reivindicatoria popular, quedó a solas en latinoamérica al separar Iglesia y Estado, hizo su revolución apenas iniciaba el siglo XX y compartiendo dos mil kilómetros de fronteras con la Roma moderna creó una cultura política intrincadísima, mientras reivincidaban con terquedad sus pasados indigenas -así, en plural.
Hecho ese por lo demás relativamente manido dibujo, voy al Congreso Fundacional del Nuevo País y encuentro cal y arena que no hacen amargasa y una consigna distintamente repetida desde hace dos décadas: Somos Mesoamérica y combatiremos la masacre de mesoamericanos en el suelo que llamamos nuestro y más allá.
Veinticuatro horas diarias no alcanzan para relatar al México quizá decidido por fin a seguir a los hermanos que no reconoció en esos veinte años, y así paradoja de paradojas.
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Entretanto los príncipes idiotas lanzan búmeran tras búmeran, Midas encarnado en miles y miles convierte en éxito cualquier fracaso.
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Con ese poeta los años establecieron para mí una relación de dolor incomparable.
Nos llaman ya. Hace tiempo, en realidad. "Aquí no se salva ni Dios, lo asesinaron." Hasta ahora cumplen su tarea poco a poco. Mañana, que empieza diez minutos después de terminar esta nota, se solazarán. 
Pinto una cruz donde más fácil sea para su trabajo.
Nuevamente: aborrezco cuanto en mí suene a poesía.    

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