Hecho ese por lo demás relativamente manido dibujo, voy al Congreso Fundacional del Nuevo País y encuentro cal y arena que no hacen amargasa y una consigna distintamente repetida desde hace dos décadas: Somos Mesoamérica y combatiremos la masacre de mesoamericanos en el suelo que llamamos nuestro y más allá.
Veinticuatro horas diarias no alcanzan para relatar al México quizá decidido por fin a seguir a los hermanos que no reconoció en esos veinte años, y así paradoja de paradojas.
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Entretanto los príncipes idiotas lanzan búmeran tras búmeran, Midas encarnado en miles y miles convierte en éxito cualquier fracaso.
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Nos llaman ya. Hace tiempo, en realidad. "Aquí no se salva ni Dios, lo asesinaron." Hasta ahora cumplen su tarea poco a poco. Mañana, que empieza diez minutos después de terminar esta nota, se solazarán.
Pinto una cruz donde más fácil sea para su trabajo.
Nuevamente: aborrezco cuanto en mí suene a poesía.
SIGUE