domingo, 16 de febrero de 2020

Linajes


"En tiempos muy antiguos exitió un gigante guerrero, triunfante, dominador. Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido, torturado, fue dado por muerto, encadenado por mútiples amos (...)
Entonces, el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la conquista del mundo (...) El gigante era Europa..."
Así de sin mesura, la razón extraviada, es quien en 1991 imita al Amadís de Gaula y sus coprotagonistas, que pretenden remedar a Arturo, Ginebra, Lanzarote, el mago Merlín o, ni más ni menos, Perceval, en aventuras cuyo mayor desatino es la pobreza de ingenio -don Alonso Quijano no debió batir molinos ventosos, sino arañas que crecían entre el pobre cuartucho donde dormía, por tales desafortunadísimas lecturas.
"Europa", háganme favor. ¿Cuál?, debe preguntársele al avieso de padre perfumero, a quien su intolerante compatriota, un tal Camus, asesinaría por tanta ensoberbecida estupidez, si hubiera llegado a los posmodernos tiempo que el tipo aprovechó para vender cuentas de vidrio en elegantes librerías parisinas.
Ah, reinventar a capricho, grandísimo privilegio occidental que lleva cinco siglos

acumulando las más arteras mentiras sobre nuestro Nuevo Mundo -¿o no, Colón, el del paraíso pedido descubierto en Venezuela, o Sahagún y sus presagios, o Volatire, Bufon, Hegel y un largo etcétera al declarar estas tierras por igual imberbes y corruptas, verdad, Gerbi? 
Europa, noción cultural inexistente cuando el propio Merlín hacía conjuros, chabacanos, claro, frente a los del timador en curso ahora.
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Como supe por mis abuelos, pertenezco al linaje de la mujer y el hombre pequeños, que así son y así se conciben porque solo así el cosmos puede conservarse, como ellos en padres y madres, uno a una y otro a otra, siglo tras siglo, sosteniendo con cada acto, pequeño, por fuerza, el mundo entero, su cadena, rota si alguno falla.
Teresa, se llamaba la tatarabuela, y como es tanto el pensamiento que no se piensa, su nombre llegó a ella desde esta otra mujer del pueblo, a quien he presentado antes:  
"—¿Veis cuanto decís, marido? —respondió Teresa—. Pues, con todo eso, temo que este condado de mi hija ha de ser su perdición. Vos haced lo que quisiéredes, ora la hagáis duquesa o princesa, pero séos decir que no será ello con voluntad ni consentimiento mío. Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos. «Teresa» me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras ni cortapisas, ni arrequives de dones ni donas; «Cascajo» se llamó mi padre; y a mí, por ser vuestra mujer, me llaman «Teresa Panza» (que a buena razón me habían de llamar «Teresa Cascajo», pero allá van reyes do quieren leyes), y con este nombre me contento, sin que me le pongan un don encima que pese tanto, que no le pueda llevar, y no quiero dar que decir a los que me vieren andar vestida a lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán: «¡Mirad qué entonada va la pazpuerca! Ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa, y iba a misa cubierta la cabeza con la falda de la saya, en lugar de manto, y ya hoy va con verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos». Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo, y entonaos a vuestro gusto, que mi hija ni yo por el siglo de mi madre que no nos hemos de mudar un paso de nuestra aldea: la mujer honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don Quijote a vuestras aventuras y dejadnos a nosotras con nuestras malas venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas; y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don que no tuvieron sus padres ni sus agüelos."
Cuando su hombre quiso refutarla, lo paró en seco:
"—De donde nace que cuando vemos alguna persona bien aderezada y con ricos vestidos compuesta y con pompa de criados, parece que por fuerza nos mueve y convida a que la tengamos respeto, puesto que la memoria en aquel instante nos represente alguna bajeza en que vimos a la tal persona; la cual inominia, ahora sea de pobreza o de linaje, como ya pasó, no es, y solo es lo que vemos presente. Y si este a quien la fortuna sacó del borrador de su bajeza (que por estas mesmas razones lo dijo el padre) a la alteza de su prosperidad fuere bien criado, liberal y cortés con todos, y no se pusiere en cuentos con aquellos que por antigüedad son nobles, ten por cierto, Teresa, que no habrá quien se acuerde de lo que fue, sino que reverencien lo que es, si no fueren los invidiosos, de quien ninguna próspera fortuna está segura."
El abuelo firmaba telegramas como estos y exiliado seguía batallando por regresar,
visitando de vez en cuando su modestísimo hogar mexicano -López 93A, departamento 2, según recuerdo.
No me culpen por buscar a los antepasados, en forma de Teresa Vega -si ese fue realmente el nombre que portabas cuando no tenías para vender sino tus pechos al más proximo horfanatorio- o Panza o estos hombres a quienes
acribillan.
No, no soy historiador, Santa Utopía me libre, pues sino ni palabra habría sacado a Mata, que se negaba a nombrarse guerrillero aunque dejaba guardias civiles disfrazados de La fantasma cuyo objeto era cercar las noches tras esa epopeya llamada franquismo. O doña Marta, madre soltera impidiendo el rompimiento de su huelga en los baños de la Central de Abasto.
-Perdona, Belarmo. Debía dejar las cosas claras a quienes creen que pretendo el alcurnioso título, enormidad para quien abandonó los universitarios estudios apenas comprendió la trampa.
"¿Seguimos...? Marchaste, cabrón. Como si una huelga francesa valiera más que este amanuense de la revolución mundial."