Soy un investigador y divulgador y solo a ratos pretendo como mías las ideas que sigo y plantean perspectivas originales, con sólidos cimientos. Narro para volver sencillo lo compejo y también buscando eso que nada sino la literatura ofrece: mirar desde el día a día cuya extraordinaria abundacia no puede repetirse en dos mismos lugares. Por momentos cito pues hay autores de riqueza irreductible. Nadie aspire a conocer épocas o precesos como si fueran la palma de su mano. Quienes proclaman saberlo todo, mienten y resultan peligrosos. Aunque cosas fundamentalísimas se mezclan en ellos, hago dos últimos viajes por separado: al pasado y al presente que dirime el futuro de nuestra especie. Este va hacia atrás, hurgando en la globalización nacida cuando Europa conquista los océanos. Hablamos, entonces, del suceso más trascendente hoy. Me acompaña mi abuelo por muy buenos motivos, como comprobarán más o menos pronto. A él lo cococerán según se debe, en otro cuaderno.
I Durante siglos lo llamaron “descubrimiento de América”. Vaya frase tramposa, por tan
descarada, pues para empezar ese nombre no existía, fue cración de quien compendió los primeros mapas sobre nuestras tierras: Martin Waldseemüller, nacido en Wolfenweiler,Brisgovia, Alemania. Lo hizo
homenajeando al explorador genovés de apellido Vespucio, cuyos padres le pusieron Américo,
apelativo con que castellanizaron uno de origen germano: Emerico. Sucedía la cosa en 1507, casi recién muerto Colón. No
hay nada extraño, como veremos, así que no nos sorprenda que muy pronto
entre los propios alemanes e italianos se nombrara por primera vez y
para siempre al "Nuevo
Continente" conquistado por castellanos. Castellanos, sí, pues a ellos
el papado
dio monopolio de los mares a Occidente, mientras hacía otro tanto con
Sur y Oriente, reservado a Portugal. La Corona de Aragón quedaba fuera y
cuando llegó Carlos I de España y V de Alemania… Esperen,
vamos por partes, no se trata de confundirlos, lectoras y lectores. Nuestro
trabajo sostiene que Conquista es un término insuficiente para este tema.
Primero, debido a la brutal destrucción cometida por los adelantados españoles
en tierras “americanas”. Durante solo el primer siglo tras caer Tenochtitlan,
la población descendió entre 75% y 95%, según diversos cálculos, y bastaron
diez años para que allí mismo, en Yucatán, Oaxaca, Michoacán, etcétera, desapareciera
todo vestigio de arquitectura indígena. Históricamente
las conquistas se producían para apropiarse territorios con cuantas riquezas
humanas fuera posible –agriculturas, edificaciones y demás-, quitando el
necesario destrozo de las batallas. ¿Por qué en América la predación resultó
tan brutal? Los
conquistadores buscaron en este “cuarto continente” solo una cosa: metales y
joyas preciosos. En su delirio, todo era Puerto Rico, Costa Rica, la villa Rica
de la Veracruz, etcétera, así no encontraran oro, plata, gemas.
Ponemos
un caso muy significativo. Al inicio aquella gente se concentró en la
hoy República Dominicana, que forma parte de una gran isla antillana,
como saben. Entonces les llegaron rumores de que hacia su costado había
áureas pepitas
a montones y Diego de Velázquez, a quien pronto volveremos a encontrar, organizó una expedición en pos de ellas. Contra
lo que nos han dicho, la población isleña no era ni magra ni primitiva y
entre otras cosas vivía de cultivar peces en lugares construidos a
propósito. Tras la aventura no quedó nada. Puede entenderse, pues,
porque el ahora Haití está habitado casi exclusivamente por
descendientes de los esclavos tomados en África Negra. Si
resultaría ¡todavía más cruenta! la colonización inglesa, francesa,
holandesa, en Norteamérica, para nosotros el tema son los años mil
quinientos. Según Jacques Attali, un pensador contemporáneo nuestro vinculado a bancos centrales, esa historia debe celebrarse como ninguna otra: "En
tiempos muy antiguos exitió un gigante guerrero, triunfante, dominador.
Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido, torturado, fue dado por muerto, encadenado
por mútiples amos (...) Entonces,
el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la
conquista del mundo (...) El gigante era Europa..." Sobre
la existencia de éste no hay duda. Llamarlo Europa y darle
tal profundidad histórica es sobrepasarse. Con mucho más justicia
procede Pierre Chaunu, paisano suyo, y al comparar curriculums entre
ellos queda claro: solo en uno
puede confiarse eticamente. Chaunu pesa
continentes, no los califica, como sin reconocerlo hace el otro. Y la cuestión reside
sobre todo ahí, si seguimos la pista de La invención de América. Ah,
reinventar a capricho, grandísimo privilegio occidental que lleva
cinco siglos acumulando las más arteras mentiras sobre nuestro "Nuevo
Mundo" -¿o
no, Colón, el del paraíso pedido descubierto en Venezuela, o Sahagún y
sus presagios, o Volatire, Bufon, Hegel y un largo etcétera
al declarar estas tierras por igual imberbes y corruptas, verdad,
Antonello Gerbi?
Nuevamente nos adelantamos, perdón.
II El
expandirse europeo por nuestro planeta, que inicia bien a bien con
"América", se califica como "La mayor mutación jamás habida en el
espacio humano", "no comparable siquiera con la exploración espacial"
que iniciaron los años 1900, según Chaunu y un reputado historiador
estadounidense.
El
fenómeno está fuera de control y va a velocidad vertiginosa. Cuando
Miguel de Montaigne, el padre del género literario que conocemos como ensayo,
observa a sus hermanos europeos empleados en esa obra, escribe:
"Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos, y nuestra
inquietud, mayor que nuestra capacidad de entender. Creermos asirlo todo
y en las manos nos queda solo viento". Hasta
ahí los dos grandes océanos no habían sido retados sino episódicamente y
sin efecto alguno. El mundo entero puede interconectarse por primera
vez, venciendo al tiempo, incluso dentro del propio Viejo Continente,
donde China, que inventó el papel, la pólvora, la imprenta y mil
inteligentes productos más, atrae a todo gran comercio por el Camino de
la Seda, en origen creado por ella misma. Los
cristianos latinos, como llaman a quienes ocupan el occidente y centro
de Europa, buscaban sin fortuna controlar esa ruta y
el
Islam, extendido desde el Atlántico hasta las puertas mismas de aquella
maravilla, tardaba meses en recorrer tan largo camino, mayoritariamente
por tierra. Por
eso para Europa se hicieron famosos los manuscritos que hacia el año
1298 dictó Marco Polo, mercader veneciano, tras su delirante viaje hasta
allí. Le tomó años, entre los más accidentados pasajes, y la
cristiantad latina, católica, occidental, lo glorificará hasta nuestros
días, aunque haya cubierto solo un tercio del kilometraje acumulado por
otro viajero, éste célebre para los musulmanes: Ibn Battuta, nacido en
Tánger, hoy Marruecos, sobre el Magreb, según nombran entonces al oeste
africano. Si nos permiten ustedes, seguiremos al magrebí durante su primer, pequeño tramo recorrido. Abandona aquélla ciudad erigida frente al brutal encuentro del Mediterráneo
y el Atlántico, en donde creció, y días después alcanza lo que
más tarde se nombrará como Argelia. Acompaña a una caravana de beduinos,
pastores trashumantes cuyos haberes completan transladando personas en
sus camellos. Cierto día descansan en una
llanura cerca del mar, que en estos tiempos no cultiva la
agricultura y parece eco del desierto del Sahara, muchos kilómetros
a sus espaldas. Visten túnicas sencillas y hermosas y se
cubren la cabeza y parte del rostro con telas de colores vivísimos:
azules,
anaranjados, rojos. Sus miradas guardan secretos que les dejan
innumerables
generaciones deambulando a veces sin encontrar a nadie en días o
semanas. De no ser noche, al
fondo nuestros ojos distinguirían el filo del Mediterráneo, y el cielo tiene una claridad extraordinaria, gracias a la cual sus jornadas se orientan más por el mapa de estrellas que por el ciclo solar. SIGUE
Falta una o más notas previas sobre el presente y la crisis civilizatoria.
Vaya casualidad, abuelo Belarmo, naciste en 1892. O sea, cuatrocientos exactos años tras el viaje de Colón. Espera, que para dejar claro nuestro tema ahora, traigo soberbias palabras escritas por un tramposo, llamado Jacques Atalli: "En
tiempos muy antiguos exitió un gigante guerrero, triunfante, dominador.
Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido, torturado, fue dado por muerto, encadenado
por mútiples amos (...) Entonces,
el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la
conquista del mundo (...) El gigante era Europa..." Después me referire a la mentira inicial soltada por el tal Jacques. Ahora hablemos de ti y los tuyos, Belarmo. Uso para ello un libro que escribí recordándolos: Cada
región asturiana tiene sus particularidades y la que Sandalio, tu padre, escogió al
acercarse a Gijón es y no la que Clarín, el estupendo novelista del siglo,
recrea cerca de allí: “tupida hierba fresca, jugosa, oscura,
aterciopelada”,
con numerosas “cicatrices hechas a patadas”, por siglos de seres humanos y
animales, al pie de vegas de maíz desde cuyas altas cañas en tiempo de madurar
las “hojas, lanzas flexibles, se columpian sobre el tallo”; castaños, manzanos,
macizos de “álamos, abedules y cónicos húmeros”, por un salpicar de arroyos. Y
la omnipresencia del mar.
La idea de mundos rurales tradicionalmente inmóviles no es nunca cierta, ni
siquiera en esta provincia. Y la mejor prueba está en el propio Sandalio, cuyo
poco común apellido, Tomás, no es casual, pues un antepasado suyo nació no en la
provincia ni en ninguna otra de España, sino en Portugal.
Da la impresión, pues, de que los habitantes del campo en el pasado no
permanecieron necesariamente fijos a la tierra si no eran sus propietarios.
Pero el quid a fines del siglo XIX en Asturias está en la inquietud que
introduce la industrialización, vértigo que subvierte cuanto toca.
Armando Palacio Valdés ha advertido el efecto de una fábrica, por pequeña y
aislada que esté. En su Aldea perdida, sólo por el contacto con aquélla,
Rosina, la moza “sencilla, un poco de égloga a fuerza de timidez”, en la década
de 1870s había roto el destino de labriega asegurado por generaciones de
antepasados, para terminar convirtiéndose en prostituta de la ciudad.
En el ancestral universo secreto del pueblo y dentro de la revolución que para
1890 está en curso, van nuevos modos de pensar, lenguajes, actitudes,
geografías que el poder político y económico no descifra y que a veces no
advierte siquiera. Es ese universo el que da sentido al “monstruo”, quien se
moverá por sus vericuetos como muy pocos.
Si su madre, Cándida, y su abuela Teresa conocen de tiempo el trasiego de los
sin tierra entre Lavandera y Gijón, sobre todo, pero también hacia Oviedo, en
el costado contrario, donde la mayor iba por los expósitos del orfanato a
quienes dar su leche; si Sandalio lo aprende al unirse a las dos mujeres,
Belarmino nacerá con él y lo conducirá de una forma de resistencia o
liberación, a un instrumento de conquista.
Pero esto no se entiende sin acercarse antes a otra esencial parte de la
historia que perseguimos.
Hay cosas un poco fuera de lugar en el par de mujeres de Lavandera. Como que
Teresa no volviera a hacerse de un hombre enviudando a los tres años de casar,
o que la hija siga soltera a los veintitrés. La razón es la falta de tierra,
por magra que sea, para atraer a una pareja, y que quizás vuelve remilgosos a
los vecinos en el trato con ellas.
No hay modo de conocer cómo resolvieron juntarse Cándida y Sandalio. Tal vez
fue el saltar de la mirada en uno o en ambos, o hasta un intempestivo encuentro
entre la hierba, como parte de una pasión de la cual no tenemos la menor idea
en estas tierras y estas épocas. Y este es otro de los pequeños y grandes actos
con los cuales los Tomás Álvarez se suman a la revolución que empezará a dar
frutos en los 1930s.
Con el aluvión de forasteros pasando frente ellas, el par de mujeres resuelve
hacerse de huéspedes rentando un espacio de la casa, como una buena manera de
incrementar los ingresos y voltear hacia el pasado con un suspiro de alivio.
Y eso se debe en mucho y de vuelta, al modesto e insustituible revolucionario
papel en el cual sigue invistiéndose Sandalio. Pues se instala en un hogar
donde hace mucho falta el hombre, y contagia a su nueva familia, a quien no
importa si de momento no hay boda, ni si cuando Belarmino nace el padre obvia
su asistencia a la parroquia a presentarlo.
El campesino y la campesina tradicionales honran fielmente tales formalidades
ordenadas por la santa Iglesia y, al decir de las sotanas, por Dios mismo. Los
tres de la pobretona casa de huéspedes comienzan a saltarse las trancas y en su
conducta va un código de reciente recreación: el respeto a las órdenes sólo
para no ser hostigado.
Como sea, poco después Sandalio encuentra una oportunidad única: contratarse
para la construcción del nuevo muelle de Gijón. Es curioso: no se decidió a
hacerse minero, pero ahora está dispuesto a vestir el primitivo traje de buzo
con el cual los peones asentarán los pilotes en el lomo del mar. ¿Por qué?
Como se ve, vamos misterios tras misterio. En la búsqueda de nuestro personaje
y el entorno, la mayoría de las veces creemos asir algo y se nos escapa. Se
trata de virtudes y ventajas del pueblo oculto, surgiendo desde las sombras
exclusivamente si necesita, para mejor tomar de sorpresa a sus enemigos.
Pueblo sombra, pues, tanto más cazador furtivo cuanto más se lo cree incapaz de
algo distinto a tenderse en el prado pensando en la inmortalidad del cangrejo.
De la capacidad de hacerse fantasma Belarmino se apropia apenas nace, hasta
convertirse en uno de los grandes expertos de su provincia en el tema. Miles de
días hace el viaje entre su pueblo y Gijón, y miles también recorre el puerto
al modo de esa forma de simple paisaje que las probas familias ven en las de
pescadores, alarifes, asalariados de las fábricas.
Entonces una tarde en Lavandera Sandalio se hace de palabras con un peón de las
vías del ferrocarril, ambos se lían a golpes y el progenitor de Belarmo lleva
las de perder hasta que el otro va a dar a tierra repentinamente. Al caer queda
a la vista el futuro “monstruo" con la más grande piedra que le permiten
coger sus nueve o diez años de edad, con la cual tundió al insolente. Y es que
el guaje tiene ya más que aprendido el arte de la transfiguración.
Esta es de las contadas estampas que se conservan del Belarmino niño y es muy
significativa. Por eso quedó grabada en quienes la presenciaron y difundieron
una y otra vez, hasta hacerla pasar de generación. Es significativa por varias
razones: muestra el rápido crecimiento de los niños del nuevo pueblo que se
creaba en la época; de su acostumbramiento a la acción y a la violencia, y del
espacio que en nuestro personaje adquiría en la familia y en la sociedad.
No había nada idílico en el surgimiento del proletariado asturiano, de España y
del mundo entero. Los periódicos de Gijón en los tiempos transmiten una dura,
con frecuencia desgarrada existencia de las clases populares, que podemos
simbolizar en una nota aparecida en el diario el Noroeste. Se da noticia allí
de la nueva aparición de un recién nacido en una improvisad cuna, bogando hacia
la muerte sobre el río Piles.
Nada semejante se veía en el pasado, pero el diario no se asombra por ello y
sólo saca partido del hecho como hace con muchos de los cotidianos eventos que
sus lectores buscan cada mañana: cadáveres hallados en una oscura callejuela,
grescas multitudinarias o de uno a uno, en las cuales salen a relucir cuchillos
y objetos contundentes; obreros u obreras que fueron llevados de urgencia al
hospital, para aquí y allá perder un dedo, un mano, un brazo, una pierna, un
ojo, a manos de las máquinas y sus ritmos que no perdonan, y por la impericia
de ellos mismos al aprender el oficio sobre la marcha, sin más capacitación que
la que generosamente les dan los de mayor antigüedad en la fábrica o en las
obras en construcción.
Esta dramática imagen se matiza mucho, sin embargo, con la intimidad de ese
mundo popular recogida en el libro de recuerdos de Manuel Vigil Montoto, padre
del socialismo provincial.
Vigil es un hombre de peculiar inteligencia e ingenio, y en él los años de la
infancia en los barrios de los de abajo están atravesados por una sonriente
picaresca.
Ha nacido unos veinte años antes que Belarmino, cuando la madre era sirvienta y
el padre carretonero, “linaje modesto, pero honroso”, Eso permitíó al niño
acudir a la escuela, que no fue una sino tres, por las mudanzas obligadas al no
tener techo propio la familia, o por la negligencia o los malos hábitos de los
maestros.
En una de ellas, cuenta Vigil, el titular de la clase, que no se sabe cuánto de
instructor y cuando de domador tenía, asistía a veces “algo más que alegre y se
excedía en los tratos con los alumnos“. Manuel y unos cuantos decidieron
entonces constituirse en algo tan sin precedente como las peripecias de
Sandalio al salir de Lieres o el justiciero acto de Belarmo ante la ofensa al
padre: crear una sociedad de resistencia al propasado borrachín.
En ésta, con la cual hacía los pininos de su carrera política, Vigil vivió el
momento de gloria al vengar a uno de los suyos y triunfar por todo lo alto. En
el primer momento el profesor saltó:
“-¿Qué es esto, se vuelven en contra mía?”- y al querer cobrarse amenazando
llamar al progenitor de nuestro crío amigo, éste le respondió:
“-No moleste a mi padre, que está ganando un jornal para poderle pagar a usted
las cuotas por la enseñanza deficiente y el mal trato que nos da.”
Atemorizado por estas palabras y los gestos de la cofradía preparada a hacerle
pesada la existencia, el hombre retrocedió para no volver nunca a sus excesos.
Aunque de vuelta la anécdota parece intrascendente, es ilustrativa del carácter
que se estaba formando entre la clase en emergencia, quien de ese modo empezaba
a ponerle la cara a la España negra, desarrollada a lo largo de cuatro siglos
de expulsiones y conversiones forzadas, inquisitoriales juicios, chisteras,
tricornios y sotanas comprometidas con el absoluto, regio poder.
Vigil lo miraba todo con el humor que le venía por naturaleza y gracias también
al cierto holgado hogar que le permitió recibir instrucción, por malencarada
que ésta fuera.
Belarmino Tomás experimentaba las cosas de otra manera. Resultaban
insuficientes los dineros de la casa de huéspedes y de los trabajos sueltos de
la abuela, la madre y el padre desde Lavandera, de modo que hubieron de darse
al peregrinaje en los alrededores del puerto.
Luisa, la hija menor, recordaba aquél saltar de un lado a otro. Primero fue El
Llano, para regresar unos meses a la aldea, y luego Ceares. En el camino moría
de meses Elena, la cuarta de los hermanos. Mientras Cándida amanecía a las
cuatro de la mañana para descalza hacer esto y aquello fuera de casa, de vuelta
en Lavandera, con Sandalio el “monstruo” entró en una mina de yeso, donde el
trabajo de los niños era socorrido porque había lugares en que no cabía un
adulto.
Sucedía esto poco después del famoso evento de la piedra, cuando el en 1937
presidente del gobierno soberano de Asturias y León avanzaba rectamente hacia
su destino: convertirse muy pronto en la guía y autoridad moral de la familia.
Para entonces no iba más a la escuela nocturna donde pasó los tres años en que
pudo permitirse el privilegio.
Porque el padre se había hecho ya peón-buzo en las obras del Mosel y hubo que
trasladarse una vez más a las afueras de Gijón, donde Belarmino se ocupaba de
albañil.
Si nuestro libro fuese el que debiera, habría que detenerse un largo momento a
entrever estos años. Que nos basten unos trazos.
Belarmino se levanta reglamentariamente antes del amanecer en una habitación
con frecuencia compartida con las hermanas, que, ya vemos, unas veces es así y
otras asá, porque la casa no se queda quieta de lugar. Para entonces ellas
llevan rato ayudando en esto y aquello a Cándida y a Teresa, pues bien sabido
es que en cualquier épocas y país sobre el sexo débil cae la mayor y más
silenciosa carga.
Se lava el niño que ha dejado de serlo desde muy pronto. Lo hace con lo que
tiene a mano y, de acuerdo al obsesivo esmero en la apariencia personal que lo
caracterizará de adulto, sin duda frotando repetidamente de modo de estar, o
parecerlo siquiera, tan limpio como el que más. Y es que para él y para el
grueso de su estirpe en el mundo entero, por ahí empieza la revalorización ante
sí mismos y ante los demás, sin la cuales resulta inconcebible la clase en
surgimiento. Ésta no es ni más ni menos pueblo que sus predecesoras o las que
siguen creciendo en los campos de la Europa feliz, según suele llamarse a la
que inicia al occidente del río Rhin[8].
Pero su absoluta desposesión y sobre todo, es necesario machacar en ello, los
resquicios que le abre la modernidad, le permiten reconocerse igual o superior
a la de quienes en un santiamén se han convertido en directores de la sociedad,
precisamente por tomarse el derecho a hacer a un lado a los anteriores señores.
Qué pobremente se cuenta la historia del pueblo, cuando no es el propio pueblo quien
lo hace. Lo digo porque en este punto decido traer a cuento un inmejorable
documento que en principio pensé debía ir después. Se trata de las memorias de
un obrero cenetista catalán: Ricardo Saínz.
Tenía más o menos la edad que Belarmino tendrá al entrar a la mina, entre los
doce y los trece años. Cuenta que iba con su padre, campesino, al molino de su
pueblo a convertir en masa el trigo cosechado. Y vez con vez aquél tenía que
llevárselo casi a empujones, pues el jovenzuelo se quedaba arrebolado contemplando
la primivitibísima máquina del lugar: sólo una gran caja de acero con rodillos
y dientes. Pero él quedo prendado desde el primer día.
Un domingo el patrón del molino le dijo que si tanto le gustaba la cosa
aquella, la trabajara. No fue fácil convencer al padre, quien terminó cediendo
por dar gusto al hijo y por no desaprovechar el pequeño jornal que en casa caía
como oro molido. La felicidad de Saíz aprendiendo a manipular la aparatosa
trituradora, apenas cabía en sí.
Este tipo de cosas suelen pasar de noche a los historiadores, a quienes, por
cierto, los militantes obreros gustan dar la vuelta, pues como me dijeron José
Mata, Arísitides, el hijo de Manuel Llaneza; Aquilino Moral y varios otros, ven
en ellos a aprovechados que, en términos mexicanos, viven de “sacarles la sopa”[9].
Con sus recuerdos Sainz nos ayuda, y seguirá haciéndolo, a otear el interior
del “monstruo”, al que tratamos de seguir por las calles de Gijón un día entre
muchos, después de despertar.
El desayuno debiera ser aprisa y corriendo, considerando la temprana hora. Pero
no lo es, por una sencilla razón que hay que tomar en cuenta para el resto de
la vida de Belarmino y de sus próximos: la paliza preparada para ellos en el
trabajo, exige un cuerpo y una cabeza bien asentados a la tierra[10].
Sale de casa el muchacho cuyo pecho y brazos son ya los de un hombre hecho y
derecho, cuidando los zapatos del lodazal sobre su calle de pobres, apenas
trazada, y con su padre tira rumbo al muelle que será viejo en cuanto Sandalio
y otros cientos dejen la mitad de los pulmones en afirmar la base.
Callados van, como cumple a hombres, de acuerdo a ancestrales mandatos que no
se sabe bien a bien quien decidió machacar en la sociedad, y casi sin palabras
se despiden, orgullosos uno del otro, y más el de más edad, que se da tiempo
para girar la cabeza y ver alejarse a la sangre de su sangre rumbo al
cumplimiento de su cabalidad.
No podemos reconstruir el recorrido de Belarmino, ya que no sabemos a dónde va.
Pero al menos yo puedo escuchar sus pasos cuando el día clarea, escuchar el
viento que da contra su rostro y le mueve el cabello, el olor a mar del norte,
a salado muy fuerte, a su alrededor; el gris interminable del agua ondulándose
en los ojos donde andan también el mercante que se acerca con sus guiños de luz,
el que atraca, los que cargan y descargan-¿cuál de ellos es el Monserrat, el
Reyna María, el Mindanao, el Isla Paway…, de ser esos los de tal día?-, todos
en curso entre Las Antillas y la península?
Casi cuanto topa en el trayecto tiene gusto a mañana, pues está apenas
erigiéndose o se improvisa. Y eso no es, de nuevo, cualquier cosa y cala muy
dentro del muchacho, advirtiéndole que el mundo está rehaciéndose sin parar[11].
Y aunque nadie lo convoque a meter la mano en el asunto, o de hecho le advierta
que se aparte, el mensaje es claro: si las puertas de la transformación quedan
abierta, también lo están para él.
Ningún otro rasgo, creo, define con tal precisión a mi abuelo, como ése: el
hacerse a sí mismo, hoy, durante la creación del Sindicato Minero de Obreros
Asturianos (SOMA), la Revolución de 1934, la Guerra Civil y el exilio. En su
caso, a diferencia de quienes perciben algo semejante y, con recursos o sed de
riquezas, se preparan a hacer el futuro a solas o con un círculo familiar,
Belarmino, por encima aún de su posible deseo, no encontrará más alternativa
que ir en compañía de muchos, y cuánto mayor sea el número, mejor.
Eso desborda el pequeño ámbito geográfico que conoce y del que tal vez trata de
imaginar en el tráfico de los barcos, de los hombres y las mercancías portados
por ellos. Y de vuelta topamos con temas centrales: la sociedad mundial en
surgimiento hace un siglo[12],
y la imaginación.
Aproximadamente entre los años 1901-1903 en el cual anda ahora nuestra
historia, Manuel Vigil está sentando las bases del socialismo asturiano. El
hombre es consciente, claro, de seguir las huellas de cientos de miles de
hombres y mujeres de Europa y otras partes[13],
que produjeron o contribuyeron a sucesos tan culminantes como las revoluciones
de 1848 y la Comuna de 1871 en París.
La primera hermana del abuelo, Paz, sirve en la finca de un médico de Ceares,
El ama es remilgosa y malhumorienta, y un día tacha de “guarra” a la cría. De
tarde ésta se acerca al provisional hogar de la familia, entre llantos se
sincera con la madre y da marcha atrás, a la finca.
La mañana siguiente Belarmino, de doce años, es enterado del asunto y no duda:
se presenta en casa del médico, dice cuatro verdades a la señora y de la mano
saca para siempre de allí a la hermana.
Aunque el gesto es noble y justiciero, tiene un no pequeño coste: la familia se
queda sin un ingreso modesto pero insustituible. ¿Se lo reclaman Sandalio o
Cándida? No, y el hecho tiene una honda significación. En silencio, respetando
la autoridad de la pareja, el único hijo varón toma cada vez más las riendas de
la familia.
De modo que debe darse crédito a quienes afirman que del muchacho sale la idea
de marcharse a la cuenca del Nalón, en el nuevo acto revolucionario con el cual
los Tomás Álvarez imitan a miles de los que crecientemente, y en el más
estricto sentido del término, son sus semejantes. ¿Tú gente
-¿Tu gente, abuelo, forma parte del gigante a quien canta Atalli? No rías, viejo, que esto va muy en serio. -Por eso mismo, nietos. Y no río, me carcajeo. Déjame ahora presentarte a unos hermanos tuyos, nacidos todavía más al norte. SIGUE EN GUERERO II
-¿A cuales te refieres, pues en minutos cruzamos siglos y continentes?
-A todos ellos.
-Muy poco o bastantico, depende.
-Juntos, recién fuimos a las puertas del continente indú, hacia el año 1100 qué?
-Aprovechando la caravana de Ibn Battuta, el tangerino.
-Y hubo que desistir.
-Llamaron los bolivianos cuando su atípico golpe de Estado en 2019.
-Pasado, presente...
-Atiende al título, Belarmo, abuelo. Es el mismo de la película que vimos. -En
música la naturaleza es siempre Mi bemol -dice un tipo y no preguntaré nadie más sobre el Anillo de los Nibelungos, como
llaman a la teatralogía toda, o sobre el propio Cantar. -Amor y poder, a eso se reduce la historia. Vaya descubrimiento. ¿Qué triunfó en Wagner? Aquí su final, con el mismo título.
-El
amor -concluye arrebolado nuestro guía, por televisión, en una serie
¿para difundir conocimiento o treparse al proscenio del Burgtheater,
director emérito o don Richard redivivo? ¿Y
nosotros qué escogemos, nibelungos callejeros? ¿Se nos tomó en cuenta
cuando decidieron por el oro del ring? ¿A quién le consultaron al menos
que aquello valía vidas? El
Cantar se escribió ya muy avanzada la estratificación social. Para
entonces los pueblos germanos llevaban muchos siglos rozándose con Roma,
sabiendo de reyes, cortes y esas cosas. Su
héroe, Sigfrido, ejemplifica cuanto es detestable: "Cuatrocientos
portaespadas debían recibir la investidura al mismo tiempo que el joven
rey; muchas hermosas jóvenes trabajaban con afán, pues querían
favorecerlos y engarzaban en oro gran cantidad de piedras preciosas.
Querían bordar los vestidos de los jóvenes y valerosos héroes y no les
faltaba que hacer... "Muchos
ricos de la clase media y muchos nobles caballeros fueron a la
catedral: los prudentes ancianos hacían bien en dirigir a los jóvenes
como en otro tiempo lo habían hecho con ellos; allí gozaron de placeres
sin número y de no pocas diversiones... "En
el patio de Sigemundo el torneo era tan animado que las salas y el
palacio entero retemblaban. Los guerreros de gran valentía hacían un
ruido formidable (...) Sirviéronse con profusión ricos manjares y vinos
exquisitos, con los que dieron al olvido sus fatigas... "La
fiesta se prolongó durante siete días: Sigelinda la rica, perpetuando
antiguas costumbres, distribuyó oro rojo por amor de su hijo (...) Nadie
se atrevió a insultarlo nunca y desde que tomó las armas apenas si se
permitió reposo aquel ilustre héroe." Poder,
riqueza, muerte. Solo eso se loaba. Abajo, hambre pertinaz, absoluta
indefensión ante los "caballerosos" saqueos, y trabajo y más trabajo,
claro. Los Malditos presentes continúan a Sigfrido. El Cantar se haría hoy narcocorrido, jeje. Juro que no soy fundamentalista y respeto el Anillo y el Burgtheater,
y al tipo de la tele por mí que le den un canal -el de La Mancha, por
ejemplo (no se rían; alguien a quien conocí declaraba: En llegando la
revolución desapareceremos los parques; menuda frivolidad representan). Como
sea, el motivo del Sigfrid no tenía rival en miras: quería a la morra
más guapa de cien reinos. Ni palabra había cambiado con ella. ¿Su
buenura lo impresionaba? Más bien, creo, que ninguna otra significara un
premio semejante. Porque, aquí entre nos, sobre las facultades
amatorias de él dicese nada. A Crimilda puede intuírsela en besos y
sofocos. Eso y ya, pues los cantores no se aficionaban por tales temas.
¿Hay eyaculadores precoces en la Iliada, etcétera? ¿O registro de cuánto
dura un ayuntamiento promedio entre familias reales? (¿Hamlet se
masturbaba, por cierto?) ¿Al genio literario lo respeto y no a su materia? A través suyo habla una época y universales preocupaciones. En
realidad, el Cantar no inicia bien a bien hasta que aparecen los
nibelungos. Entonces pasa de vulgar himno a padrotes medievales, a algo
verdaderamente grande. ¿Sí? Culminemos mi rastrero reduccionismo: qué de raro si Hitler adoraba a Wagner y al Cantar. Lo
estoy usando nada más, anónimo cantor altomedieval -¿o fueron muchos?;
aprovecho para condolernos por la tardía versión que necesariamente
llegó a nosotros (no hubo tal antes, se entiende, sino muchos cantos
particulares), pues de fundar una lengua iba también el asunto (y una
patria a la vez, y ahí está quizá lo grave en este no-enredo) ((oh,
letra, muerta viviente, debieron inventar la grabadora y no la imprenta,
dígome yo) (((y ya entrados digo Gracias, don Fernando de Rojas y
anexas, por traer al pueblo pinolero a escena, y ustedes, Quevedo y
Manco lepantoso, como no amarlos con su picaresca))) ((((¿la modernidad
empieza en Shakespeare, seguro, Monsieur Víctor Hugo?)))) (((((como
simpático, pásesenme los excesos; entrado a erudito, que a secas me
lapiden). No escribo esto por diversión, ¿saben, nietos? Buscaba material para El último viaje. ¿Lo obtuve? Desde luego debía proceder azarosamente, que es lo mío. ¿Aquí se acaba esto? Esperen tantito, ¿va?, cuando estamos a una semana de que marche, ¿cierto, Inesperada, viaje final 2? Creyendo a Épica,
Wagner escribió para todos. Es tan nuestro como de quienes produjeron
enormísimos crímenes de lesa humanidad o los que los imitan hoy.
Denasnémonos: "Pocos han descrito mejor que Alexis de Tocqueville el trauma provocado por los movimientos revolucionarios que sacudieron Europa en 1848: ´La sociedad estaba partida en dos, los que no tenían nada y
permanecían unidos en la envidia y los que tenían algo y permanecían
unidos en el terror´ (Recuerdos de la Revolución de 1848, 1893). El año que vio nacer el Manifiesto comunista de Karl Marx fue también el de la redacción del poema La muerte de Sigfrido, germen del proyecto musical más ambicioso de la historia hasta entonces, la tetralogía El anillo del nibelungo. "No obstante, según siguió el rastro de la leyenda en las fuentes escandinavas –como los Edda o la Saga de los volsungos–, Wagner fue descubriendo un fascinante universo pagano
en el cual la tragedia de Sigfrido podría adquirir una dimensión moral
completamente distinta a la que habían tenido sus dramas cristianos. En
estas otras fuentes -de carácter más arcaico que el poema alemán- la
genealogía de Sigfrido le emparentaba con el dios supremo Wotan (Odín), mientras la reina Brunilda adquiría los atributos mágicos de las valquirias. "Es entonces cuando Wagner decidió ampliar su proyecto inicial,
anteponiendo primero un drama acerca de la juventud de Sigfrido y, poco
después, añadiendo dos precuelas más que relatarían los orígenes míticos de la tragedia. El plan de El anillo del nibelungo, trazado en 1852 durante el exilio en Zúrich, constaría de un prólogo, El oro del Rin, y tres jornadas; La walkyria, Sigfrido y El ocaso de los dioses. La composición de la partitura se extendería durante 22 años, hasta finales de 1874... "La comparación entre el Anillo y sus fuentes originales
constituye por ello la manera más fiable y sencilla de internarse en el
siempre resbaladizo ámbito de la hermenéutica wagneriana, pues los
añadidos y alteraciones realizados por el compositor ofrecen las pistas
más sólidas acerca de su pensamiento y sus intenciones. "Dicho análisis comparativo revela de inmediato, por ejemplo, que
mientras las dos últimas jornadas se atienen en sus hechos principales a
las fuentes literarias medievales, el prólogo y la primera jornada
están sometidos a un proceso de recomposición más intensivo e
imaginativo. Pero también vemos que Wagner desarrolla un notable
esfuerzo por trabar entre sí relaciones entre las esferas heroica y mitológica que, en las fuentes originales, están débilmente establecidas. Nos centraremos en dos de ellas: el Ragnarök y el despertar de Brunilda." Poco te debemos, pues, Cantar contaminado por los grotescos salmos de caballería andante. ¿Tolkien nos dirá algo al respecto? Sí, en su obra más conocida y en La nueva balada de
los Völsungos y La nueva balada de Gudrún, cuando menos. Adolf,
pasaste a chingar a tu padre y madre. No hay secular patria germana
según te susurraron al oído, y aquellos fieros guerreros jamás habrían
trabajado en tus campos de exterminio. Andas al fondo por la Divina
Comedia, como los Reyes Católicos y otros contemporáneos y prolegómenos
suyos: el Rey Arturo, los Templarios y esa retahila entera.
Por qué Mauro dirige la Revolución Mundial Mauro
cumple su segundo mes de vida, hace lo que le corresponde y el resto
estamos atrasados. Lupita, por ejemplo, debería interpretarnos la locura
Trump en Irán y es como si se estuviera a punto de entrar al Palacio de
Invierno -Revolución Rusa, octubre 7, 1917, para los ígnoros- y dijera:
Pérense, me echo una chela -cerveza, pues- y saco la calculadora, jeje.
-¿Qué es eso?
-Pues un paso entre montañas en la India, abuelo.
-No se aparece nada a este donde estamos. ¿Cogiste la foto de Internet?
-Obvio, sino me dejas traer cámara.
-Dame aquí. ¡Kanchenjunga, Himalayas! ¡Al noreste tibetiano cuando siguiendo a Battuta se trata de entra por Afganistan, al Sur! -Detalles sin importancia. -Voy matarte. No hay modo con mi mentor, ¿ven? -Además, ¿no habías dicho que regresábamos a Irán 2020, para aprovechar la crisis? -Cago en dios. Como
Lupita incumple su tarea y tras leer sesudos desatinos de nuestros
grupos mexicanos, que se ponen geopolíticos y explican todo por los
yacimientos petroleros que China quiere explotar, no queda nuevamente
sino Fisk para explicarnos. No lo encuentro y mientras escucho signos de distención: ""Régimen
iraní no es suicida, no quiere confrontación con Estados Unidos:
Tawil", y otra pieza maestra trumpiana: Estados Unidos "está listo para
estrechar su mano (de Irán), para ver por la paz". -Les dio frío, jeje -dice el Jechuy. Ni Trump ni ayatollas, gritan 4Ts en redes. Entonces el espíritu santo, contesto provocándolos. Mejor Ninel Conde, tercia un anarquista poco confiable, refiriendose a una desquiciante mujer del espectáculo nacional. -Irán
no entiende que debe dejar de culpar a "los estadounidenses". Sobre
Trump -pienso. -Fisk, o vienes o te mando traer con el genio de la
lámpara. Bueno, dio tips el día 4: "Todos hemos dicho que en Medio Oriente es posible empezar una guerra
por accidente, pero a nadie se le ocurrió que Trump se iría a la yugular
de este modo... "Trump alardea de su relación con el rey
saudiárabe, quien ha hablado de cortar la cabeza a la serpiente iraní y
cuyas instalaciones petroleras fueron atacadas con misiles disparados
por drones el año pasado, acto del que Estados Unidos acusa a Irán. ¿O
será de Israel? ¿O es sólo una decisión más tomada por el orate
presidente... "Qasem Soleimani era uno de los hombres más poderosos de Irán, aunque la
Guardia Revolucionaria Al Qods, de la que era dirigente, no es el
ejército de élite del que a Irán le gusta alardear. (...) "...el aeropuerto internacional de Bagdad era el último lugar en el que uno esperaría ver que un dron estadunidense..." Otra experta escribió: "...Trump inició el conflicto militar con Irán completamente solo, ya
que carece de apoyo político interno, debido a la desconfianza de los
demócratas hacia su gobierno, pero también sin apoyo de sus aliados
internacionales como Gran Bretaña..." -¿Dónde vas, Belarmo? -pregúntole cuando lo veo salir como alma que lleva el diablo. -A la huelga francesa.
-0- -Fecha -dice el abuelo -que luego nos perdemos. -Madrugada del 11, enero, 2020, año... -¡Basta! -Sí jefe. Tenemos vaga idea del proceso boliviano y Chile confío se transparente con los nuevos informes. Respecto a Argelia, nada... -Ni Libano, Siria... -Palestina sufre y resiste, como siempre. A África negra no hay tiempo para ir, por ahora. -Tampoco Asia, mira tú. ¿Y México? -Vuelve
a parecer viviendo un nuevo maderismo. Estados Unidos es gran
interrogación con las últimas "locuras" trumpianas. El stablishment
tradicional se diría reafirmándose, en tanto salida estabilizadora. -¿Y Sanders, Ocacio y demás? -Pregúntales. ¡Ay! No me osties otra vez. -Seriedad. -Volvamos con Battuta... o Wolf, mejor, ¿no? -Yo qué sé. ¡Quiero acción, no palabras! -A andar, pues. -¿No íbamos en camello? -¿Por estas sierras? Bueno, el camello fue llevado de Asia... -¡Para!
-0-
-Esta cordillera parece elHindukush.
-Caminos, dije.
-Saca la canoa.
-¿Cuál?
-¿No traes? Pues ahora sí la hicimos, porque
en algún momento tendremos que cruzar el Tungabhadra.
-Nos pegamos a la caravana.
-Sí, tú de saco y yo con jeans. -¡Calla!
-Esto en nuestros siglos ha de llamarse el
Punyab. O Pakistan.
-"Ha de."
Solo aproximaciones contigo. -Entrada al sultanato de Dheli, según todo
indica.
Pastores y todavía aquí quienes cazan en
pequeños caballos mongoles. -Tribus.
-Sí, que no hace demasiado ayudaron a
construir el inmenso imperio de Gengis Khan.
-Todo tan efímero.
-Un auténtico subcontinente por donde ha
cruzado casi cuanto pueda imaginarse.
-Vamos a China, no olvides.
-Aquí anduvo Alejandro Magno, no menos idiota
que yo, jeje (Ni loco).
-De refilón, jeje. No entró.
-Y al Islam le tomo unas décadas extenderse
para siempre.
-Cosas veredes. -¡Carámbolas, abuelo, quijoteando, jeje...!
Deja ese carrujo de dinamita, haz el favor.
Ni
modo, a leer, huevones, que aquí la tarea es de todos. (No lo harán,
por supuesto, pues el híper acelera y logramos detenernos sino cinco
minutos, cuando mucho. Belarmo y yo nos debemos a ella y les resumimos.
El texto completo de esta parte lo encontrarán al final.) -Explícale a estos brutos, abuelo. -Pues que si vemos el mundo en estos tiempos, encontraríamos algunas constantes geográficas. Como una "gran cadena de montañas que corre en dirección
este-oeste cruzando la masa (...) euroasiática. Elevándose desde las
abruptas serranías del sur y del occidente de China, la cadena asciende a las
alturas del Kunlum, los Himalayas y el Pamir, ´el techo del mundo´, y
llega a la Cordillera Elburz y luego al Cáucaso, a los montes Cárpatos, los Alpes,
para terminar en
Estos son los Elburz, en Irán. De por allí venía Battuta ahora.
los Pirineos. En ocasiones estas montañas retardaron el
contacto entre el norte y el sur; otras veces, gargantas en las cadenas
alen-taron ataques y movimientos de poblaciones...
"El corredor pastoral facilitó movimientos centrífugos; las zonas
arables (...) distribuyeron de manera centrípeta a la gente
hacia los terrenos de su aldea. Esta dicotomía (...) conformó
una parte considerable del curso de la actividad humana en el Viejo Mundo; a
veces dividió a los pastores de los aldeanos, y a veces indujo su interacción." Ya. No hace mucho de este 1334, elkhan
mongol Hulágu reuniendo gente, entre otra, de por donde Belarmo y su servidor
van, produjo un colapso en tierras labriegas cercanas a los Elburz a nuestra
vista. Colapso, dije. O sea, algo que conmueve y obliga a la
transformación.
-¿Seguimos andando, buelu? Lee: "Al norte de la cadena euroasiática de montañas
estaba la estepa, amplio corredor que partía de la estepa de Mongolia en el
este, cruzaba las estepas Kirghiz y rusa y llegaba a la estepa húngara en el
corazón de Europa central. Éstas fueron las rutas predilectas de los nómadas
pastores." -Nos perderemos. -¿Aquí? -Y en cualquier sitio adelante. Es emocionante, hermoso, y solo eso pueden pescar unos como nosotros. -¿Quieres volver? -No, unos días más está bien, ¿te parece? Guardando silencio. -0-
Wolf: "Para entender este mundo del 1400, debemos
empezar con la geografía. Un mapa del Viejo Mundo revela ciertas constantes
físicas, una de las cuales es la ugran cadena de montañas que corre en dirección
este-oeste cru-zando la masa de tierra euroasiática. Elevándose desde las
abruptas serranías del sur y del occidente de China, la cadena asciende a las
alturas del Kunlum, los Himalayas y el Pamir, "el techo del mundo", y
llega a la Cordillera Elburz y luego al Cáucaso, a los montes Cárpatos, los Alpes,
para terminar en los Pirineos. En ocasiones estas montañas retardaron el
contacto entre el norte y el sur; otras veces, gargantas en las cadenas
alen-taron ataques y movimientos de poblaciones. En el norte de China, los Han
tuvieron que construir su gran muralla para mantener fuera a los mongoles y a
los turcomanos, y dentro a los chinos. En Turquestán los ca-minos que iban
hacia el sur penetraban en Irán y la India. En el Oeste, los invasores,
cruzando el Valle del Danubio, llegaban al corazón mismo de Europa. Cualquier
mapa impreso en las guardas de un libro nos muestra una segunda constante, la
distribución de las grandes zonas climáticas, que favorecieron diferentes
vegetaciones naturales y, por consiguiente diferentes tipos de habitación
humana. Este mapa nos muestra de inmediato una gran faja de terreno seco que se
extiende al este y al oeste, del Sahara y los desiertos de Arabia, por la
llanura de Irán, y que llega hasta Turquestán y Mongolia. Es la región de los
pueblos pastores, que llevan sus rebaños por los pastos disponibles a lo largo
de los linderos de los desiertos y de las estepas. Ahí el cultivo sólo cs
posible alrededor de las fuentes permanentes de agua de los oasis. Al sur de
esta zona seca de desiertos y estepas se hallan el bosque y la sabana
tropicales y subtropicales, cargadas de humedad, que suelen ser muy apropiadas
para el cultivo, como ocurre en el occidente de África, la Llanura Gangeática,
las penínsulas e islas del sudeste de Asia y el sur de China. Al norte de la
zona árida se extienden los bosques. Al oeste de los Montes Urales, la región
boscosa es lluviosa y cuenta con una larga temporada de cultivo; por ello, al
desmontada constituye un buen terreno agrícola. Al este de los Urales, el
bosque es más seco y más frío; se vuelve la taiga, que es un bosque de
coníferas de tiempo frío, que junto con la tundra circumpolar, sin árboles y
cubierta de líquenes, es una faja que constituye el hábitat predilecto de los
cazadores del bosque. Ahí se aventuran muy raramente los agricultores, en tanto
que los pastores hallan difícil mantener con vida a sus animales. Al comparar
la distribución de la tierra agrícola cultivable y mejorable con la del
desierto y la estepa, surge en seguida un contraste significativo. La distribución
de la faja seca es continua; la de la tierra cultivable cs salteada y forma
islotes. El corredor pastoral facilitó movimientos centrí-fugos; las zonas
arables distribuidas en porciones distribuyeron de manera centrípeta a la gente
hacia los terrenos de su aldea. Esta dicotomía entre estepa y siembra conformó
una parte considerable del curso de la actividad humana en el Viejo Mundo; a
veces dividió a los pastores de los aldeanos, y a veces indujo su interacción.
En la porción noroccidental de África la zona de cultivo está circunscrita
principalmente a la vertiente mediterránea al norte del Atlas, en tanto que al
sur y al oriente está limitada por estepas y desiertos. En el Valle Sus y en el
Rharb de Marruecos, en las llanuras de Shclif y Mitidja en Argelia y en la
llanura Medjerda de Túnez se cultiva el trigo, que fue importante para sostener
a las cortes y élites locales. Al este de Túnez se encuentra el oasis de
Trípoli y más allá está Egipto, el gran oasis formado por el Nilo. Sus granos
alimentaron a Roma durante los días del Imperio romano, y de ahí en adelante
desempeñó la misma función para Bizancio, para los árabes de Damasco, y después
de 1453 para los otomanos. Bizancio y el Imperio otomano dependieron cada vez
más de las tierras del bajo Danubio y de los litorales del Mar Negro en cuanto
a su abasto de granos. (Véase mapa en la guarda final del libro.) Pequeños
islotes de cultivo se abrieron en las laderas escalonadas de Palestina; hubo
también grandes oasis agrícolas en Antioquía y Damasco. La estepa siria,
cultivada en tiempo de los romanos y nuevamente en el siglo xx, ecológicamente
es marginal y durante mucho tiempo estuvo abandonada a la ocupación de los
nómadas pastores. En Anatolia la agricultura es posible a
lo largo de las playas del Mediterráneo y del Mar Negro y en algunas parcelas
de la meseta montañosa, pero el resto es estepa y hacia el sureste reaparece el
desierto. Irak, la tierra entre el Tigris y el Éufrates, fue enormemente
productiva en otro tiempo. Sus sobrantes de pro-ducción, debidos en parte a
obras hidráulicas, fueron la base de diversos Estados desde los tiempos
acadianos; la construcción de obras hidráulicas de toda especie llegó ahí a su
máximo bajo la dinastía sasánida de Irán (226-637 d.c.). Pero con la conquista
islámica y el concomitante crecimiento de Bagdad, que llegó a ser una capital
de más de 300 000 habitantes, la riqueza agrícola y los recursos humanos se
sacrificaron cada vez más a la ciudad, lo cual a su vez llevó a una disminución
en el rendimiento agrícola y a una reducción constante en el monto del tributo
obtenido (Adanes, 1965: 84 ss.). Un golpe final a la productividad fue la
invasión de los mongoles a mediados del siglo >un pues el khan mongol Hulágu
destruyó las obras de riego del valle inferior. Más allá de la cadena montañosa
de Zagros se encuentra la meseta iraní, que en su mayor parte es desierto y
estepa, aunque hay cultivos en puntos aislados a lo largo de una faja de
abanicos aluviales que se extienden alre-dedor del borde interno de la cadena
montañosa. A veces se ha llevado el cultivo a la región más seca por medio de
túneles subterráneos (qanats), que por gravedad llevan agua a lo largo de la
capa freática a campos lejanos. La aridez y el desierto restringen el cultivo
en Afganistán y Baluehistan, situados al oriente. A pesar del predominio de
desiertos y estepas hostiles en toda esta región, una cadena de oasis
urbanizados basados en la agricultura de riego propor-cionaba paradas de
descanso y estaciones de abastecimiento a las caravanas que iban al este o al
oeste. La más importante ruta de estas caravanas fue cl Camino de la Seda, que
empezaba en Antioquía en el norte de Siria, cruzaba Rai (cerca de Teherán),
luego atravesaba Meru y Balj (Bactras) y llegaba a Kashgar_ Ahí se bifurcaba y
tomaba la dirección norte o sur del Desierto de Taklamakan (sur de Gobi). La
senda septentrional llevaba a Kucha y Karashahr, y la meridional a Yarkand y
Khotan. Ambas sendas volvían a juntarse en Tunhwang en el Kan-su chino, desde
donde se internaban en China. Kashgar, que Marco Polo ensalzó por sus jardines
y viñedos, era un centro importante de comercio de larga distancia, habitado,
según palabras de Marco Polo, por gente "que viaja y comercia en todo el
mundo". De Kashgar salía otro camino hacia el norte, hacia Samarcanda, y
de ahí seguía a Sarai en el bajo Volga, desde donde era fácil llegar a los
mares de Azof y Negro. A todo lo largo de la escarpa septentrional de la gran
cadena eurasiática de montañas había también bolsones de tierra arable que
podía cultivarse si se mantenía alejados a los pastores que consumían tanta
agua y pastos. Así pues, una cadena de regiones cultivadas muy separadas entre
sí formaba un gran arco que partiendo de los Montes Atlas de Marruecos llegaba
a Kan-su, en las puer-tas mismas de China. Las regiones agrícolas estaban
conectadas por rutas de tráfico y comercio. Esta gran cadena se unificó,
política y religiosamente, sólo una vez en la historia, cuando los ejércitos
del Islam se abrieron en abanico al este y al oeste partiendo de la Península
Arábiga en el curso de los siglos VII y VIII de nuestra era. Después, se
rompieron los eslabones de la cadena y nunca más volvieron a unirse. La separación
política se exa-cerbó aún más a causa del sectarismo religioso, pues cada clase
de segmen-tación reforzaba a las demás. Una segmentación aún mayor debilitó
muchos de los eslabones de la larga cadena. Regiones agrícolas separadas dieron
lugar a entidades políti-cas separadas, que internamente estaban limitadas por
los recursos a su alcance, y también expuestas a las incursiones y saqueos
provenientes de más allá de sus fronteras desguarnecidas. A esta estructura
geopolítica tan suelta, la mantuvieron unida conexiones de comercio y de fe
religiosa, que trascendieron las limitaciones de cada componente aislado y que
pudieron en ocasiones sumar recursos en una escala más amplia; sin embargo,
como carecían de una fuerza política unificada que las defendiera, estas
asocia-ciones estuvieron expuestas a constantes interferencias y rupturas. Al
norte de la cadena euroasiática de montañas estaba la estepa, amplio corredor
que partía de la estepa de Mongolia en el este, cruzaba las estepas Kirghiz y
rusa y llegaba a la estepa húngara en el corazón de Europa central. Éstas
fueron las rutas predilectas de los nómadas pastores. La conversión de la
pradera del sur de Rusia en tierra de cultivo permanente tuvo que esperar la
derrota de los pastores y sus khanes por los rusos en el siglo xvn. Más allá de
la pradera rusa, hacia el oeste, se encuentra la península europea que es una
zona de bosques templados que se pueden desmontar y cultivar. Sin embargo, el
desarrollo de esta península más allá del Medi-terráneo romano, fue muy lento.
Rodeada casi por completo de agua —el Mar Báltico, el Mar del Norte, el
Atlántico y el Mediterráneo—, esta vecindad del agua podría convertirse en una
gran ventaja pero sólo si los litorales se defendían contra merodeadores
provenientes del norte y del sur. Esta tarea no se pudo realizar por completo
sino hasta el siglo tx de nuestra era. Al mismo tiempo el despejo de los
bosques europeos tardó milenios. No fue sino hasta el año 1000 cuando el
equilibrio entre bosques y tierra de cultivo se inclinó en favor de los
labriegos. Entonces se desarrolló el cultivo seguro en tierras apropiadas
defendibles militarmente, situadas entre el bosque y el mar, con frecuencia
donde algún río importante proporcionalmente en las regiones de Bihar y
Bengala. Ahí, el arroz era la cosecha principal, que se cultivaba con riego
suplementario cuando la precipitación anual era de sólo 100 a 200 cm, y cuando
las lluvias eran muy copiosas (más de 200 cm) defendían sus cultivos con
represas y diques. El avance de la agricultura de riego en el este y sur de
Asia desplazó a las poblaciones que empleaban sistemas de cultivo menos
intensivos. En la India, los cultivadores intensivos hacían presión contra las
tribus que practicaban la agricultura de tumba-roza-y-quema, como eran los
mundas y los oraoncs de Bihar. En China el pueblo han asumió su identidad
histórica conforme se desarrollaba su economía política basada en el riego,
cosa que ocurrió después del 700 a.c. Al sur de ellos estaban los "bárbaros"
no-hanes que hablaban mong (miao), yu mien (yao) y tal. Conforme los kanes
avanzaban par eI río Yang-Tse hacia territorio "bárbaro",
incorpo-raban algunos grupos que tenían similitudes agrícolas y políticas con
ellos, al mismo tiempo que rechazaban a los cultivadores de tumba-roza-y-quema
a regiones más montañosas o inhóspitas. En otras partes los cultivadores
migratorios se retiraban para proteger sus sociedades fundadas cn la familia,
de las presiones debidas a exacciones políticas y económicas. El resultado de
esto fue que las poblaciones restantes de minorías no-hanes han existidq en las
montañas del suroeste de China y en las vecinas Birmania, Tailandia, Laos y
Vietnam desde los siglos mi y xm. Estos mis-mos procesos se repitieron en menor
escala en las tierras bajas cuando sc desarrollaron núcleos de agricultura de
riego, en tanto que los habitantes de las colinas recurrían al cultivo de
tumba-roza-y-quema en las inaccesi-bles y montañosas tierras del interior".
Eric Wolf (no estamos fifeando en la academia), "EL MUNDO EN 1400", Europa y..., hacia (jeje) p.43.
-¿Qué coño es esto?, ¿un libro de historia? -No, abuelo. Esos deben fijarse en mil cosas y nosotros buscamos a los Malditos. -¿Cuáles? -Permíteme presentártelos en versión moderna y gracias al gran tipo que hizo su retrato. No encuentro la secuencia cumbre, hoy desaparecida por moralismo inconcebible pensando en estos tiempos donde todo se permite, en la realidad, quiero decir. Velo y pon especial atención de 1:40 a 1:49.
-¿Violó a su madre? -Como principio para violar al mundo?
"-Sois un demonio. Un odio mortal posee vuestro cuerpo. ¿Quién,
entonces, habrá de mandar mi vanguardia?"
Así dice El cantar de Roldán, escrito hacia 1170. Y luego: "Hiere con su pica mientras
le dura el asta; después de quince golpes la ha roto, destrozándola completamente.
Entonces desnuda a Durandarte, su buena espada. Espolea a su caballo y acomete
a Chernublo. Le parte el yelmo en el que centellean los carbunclos, le desgarra
la cofia junto con el cuero cabelludo, le hiende el rostro entre los dos ojos y
la cota blanca de menudas mallas, y el tronco hasta la horcajadura. A través de
la silla, con incrustaciones de oro, la espada se hunde en el caballo. Le parte
el espinazo sin buscar la juntura y lo derriba muerto con su jinete sobre la
abundante hierba del prado".
Quizá los ejercitos contemporáneos se comportan siempre así y El cantar es solo un inmejorable relato sobre ellos. Y aun así, abuelo. Las Cruzadas iniciaron casi un siglo atrás y los otomanos, guerreros asiáticos cuya fiereza les permite hacerse del imperio islámico oriental, están asombrados: quienes el Papado asuza contra ellos, no conocen reglas. Los niños hambrientos corren también tras el sueño redentor y un fraile que anda entre ellos se detiene a prevenir: "Pero no pertenezco a la secta de los que mutilan. Hay mentecatos que les sacan los ojos a los pequeñuelos,
les cortan las piernas y les atan las manos, con el objeto de exhibirlos y de implorar la caridad". ¿Este es el guerrero que empieza a rehacerse, según Jacques Atalli describe a la cristiandad latina? Ella mismísima, sí. ¿Los bestiarios medievales alcanzan para dibujarlo?
Tal vez hasta aquí. Ya no cuando portugueses y españoles alcancen las costas occidentales africanas y eso entonces estúpidamente llamado América. Nada, ni los muchos documentos que dan fe de la Conquista, ni incluso Fray Bartolome de las Casas al denunciar los excesos en el Nuevo Continente, se acercan al nivel de barbarie y locura desatada allí.