martes, 3 de septiembre de 2019

Sueños, mitos y realidades

Madrugada
Debo reunir los apuntes de las últimas semanas, que encuentran esto y aquello con un cierto plan mientras testimonian indirectamente mi proceso personal. 
Es difícil por el relato fracturado que terminó gustándome. Si me quieren ayudar, nietos, inicien, pues, notas atrás en tres cuadernos. 
Estoy en casa de mi amita sin romper bien a bien la soledad inevitable o necesaria o ambas cosas, aprovechando que N, su hijo, esta ausente estos días y abandono apenas el cuarto con jardín costeño, llamémoslo así, tras cuya roca al fondo hay una playa.
Demasiados estímulos para quien busca hundirse en sí. Basta ceder al olejade, por ejemplo, para romper el oscuro encanto que la Tic respeta incluso con los alimentos, aunque certifica mi deterioro físico. No es mujer convencional, saben ustedes, y menos lo fue durante el ayer muy vivo todavía en su cabeza, donde se guarda un desierto. 
Entretanto el Ártico y la amazonía continúan incendiándose con aplausos de los responsables en conservarlos -no por nada Ella prepara al pequeño para ser músico errabundo, como un Travis al revés.
Hoy tocó pesadilla y no sueño plácido y aquí estoy, tecleando cuando el cuerpo reclama descanso de esas peleonas semanas. 
En México siguen muriendo quienes defienden tierra y territorio, mujeres violadas primero, migrantes, jóvenes que sin saberlo constituyen el ejército informal de fuerzas incontrolables, etcétera, y nuestro pastor presidente celebra con justicia sus éxitos y suelta barbaridades entre sonrisas, dirigiendo a una caterva de ímbéciles o nuevos malditos o bien intencionados que se esfuerzan en conservar la cordura.
¿De veras les extrañan mis locas decisiones, como abandonar el único, suficiente ingreso garantizado?
Mediodía
-¿Qué haces? -pregunta ella.
-Romper ceremonialmente veinte cigarros. ¿Te ayudo con la comida?
Va a decir que está casi lista y responde:
-Sí.
No comeré sino me siento útil, entiende. 
Subimos, el batir de olas es modoso, como siempre aquí, y con tan poco alegra medio mundo. La otra mitad celebra a P y si me apuran diré que a mí, pequeño buen hombre que no renuncia. ¿Estoy salvado cuando todo lo demás muere? No, solo amo, desde el principio de los tiempos, antepasados tras antepasados, a quienes se escucha en coro:
-Salvémonos, no por mitos construidos para mejor roer nuestras almas y huesos. No permitiremos más Troyas, ¿escuchan, Paris, Helena y el resto de la parentela? -búsquese Herodoto en no recuerdo cuál "tomo", seré sincero, jeje.
Porque quizá empezó ahí el conflicto griego-persa, que dividiría para siempre a Occidente y Medio Oriente, y nos lo vistieron romántica, olímpicamente.
Noche
La Tic sonríe viéndome devorar plátanos que continúan mi dieta iniciada hace siete horas con una sopa de camarón repetida, dos mojarras fritas, papas, ensalada y guayabas en almíbar, para luego darme a los piscolabis hasta la cena -total, chilaquiles verdes como dios manda y torrejas son cosa ligerita. 
-¿Qué burbujea ahí? -pregunto.
-El arroz para horchata.
-¿Se acabo el agua de coco? 
-Sí, los dos litros, mi inapetente Cuac. 

Madrugada   
Dormimos juntos, abajo, como lo que cada uno fue siempre: una criatura buena, triste y levantisca a ratos. Hace tiempo aprendí también con ella a evitar tentaciones y no resultó fácil deshacerse de sus brazos sin despertarla, pues la nueva dosis en que consumo mi vicio y una panza repleta demandaron, jeje. 
¿Por qué no quedar en este tercer paraíso? Sirvo a la amita, por sí misma y por N, el país dejó de retenerme y Él y el Nuevo no tienen ya razones para temer un desgraciado final mío, hoy y mañana, cuando se produzca. En ustedes quedé hace años, S y E, como probamos durante nuestros rarísimos, breves encuentros.
El motivo esta vez, insólito, son los viejos amigos que equivocamente pensarían que me descuidaron. Y bueno, duele perder a Lupita, a su siniestra compinche -jeje-, a San, Leticia, hasta la nieta Iveth, que solo conozco vía virtual, y a Mauro a punto de parirse, hijo de una joven pareja única, cuyo crecimiento acompañé.
Total, la Tic y el enano contarán conmigo pase cuanto pase.
-Cuac -llama.
-Voy.
Su carita infantil en la entresombra, pienso y ella dice algo semejante sobre esta mía. Se levanta elvolviéndose en una manta y contra el quicio mira al cielo.
-Está muy claro, ¿no?
-Por la luna nueva, creo. 
Busca su celular y ahí una foto.
-No es mía, eh. Está tan lleno que cuesta precisar algo. Quería comparar. 
-¿De dónde es?
-Imagino que... ya sabes. El libro que me regalaste entonces sobre mitos y leyendas de los sioux y ellos describía bien, ¿verdad?
-No me acuerdo. 
Buscando en su "galería" topa esto. 
-Tampoco la tomé yo.
"Arriba de eso, vieras. En la noche, claro."
-¿En la noche? Qué raro, jeje.
-No te burles. Sube -dice y trepamos.
Hay olas porque se escuchan.
-Imagina un desierto donde se oyé el oleaje.
-¿Esas ruinas están en tus planes?
-Poquito. El cielo encima, sí. Puede guiarte a cualquier sitio. 
-En todos lados, ¿no?
-No igual. 
-¿Era un observatorio, digamos?
-Ni idea. Ahí mismo N comprendió. 
Pide sentarnos, las piedras son ásperas, cuesta trabajo acomodarse, me comparte su manta. 
-Esta vez irás con nosotros, sin pretextos. Un desierto con olas -repite.