jueves, 26 de septiembre de 2019

Pesadilla perfecta o Mejorado oficio o Esquizo, más bien

Termino afirmando aquí que tengo todo para hacer una diaria, buena crónica, y lo desperdicio. A medias, debo agregar, como el resto en los últimos años, cada vez más.
A un blog de estos le llamo diván y como termino confundiendo a unos con otros, extenderé la calificación.
Esquizoide, soy quien me creo y el que descubro al contarme. ¿Sirve a alguien más mi proceso? Sino... de cualquier forma sigo, pues necesito. Confío haya cura o en sacarle partido a la enfermedad.
-Esquizo no, narcicista -comenta la veci Airys, loquera.
No conoce lo demás, que ahora pide rehacer Socias.    

Leyeron lo que escribí por la mañana robándole tiempo al tiempo. Es noche ahora y continuo.

Si esa película existe, nunca la vi, creo. Me doy en llamarla así pues en mi sueño está estelarizada por un actor más o menos famoso.
Compleja, para precisar sus hechos, durmiendo debí reconstruirlos repetidamente y ahora no los recuerdo con mediana claridad.
Un militar de la Nasa leí allí informes ultrareservados sobre sí mismo como imposible, único protagonista en el doble, simultáneo viaje que dio fin al universo, cuyos efectos se revirtieron al también absurdo regreso. 
Explicaba aquello a no preciso quién. 
-Este documento final -decía levantándolo con la mano- afirma: Fue un mero, irrealizado proyecto. Miente, debemos creerle y está supuerpuesto al anterior, donde hay pruebas de que partió con misma fecha hacia rumbos por completo distintos: el espacio interestalar y el Mojave. 
No lo decía así sino en términos científicos, que olvidé, claro, como los mil detalles cuya sucesión me angustiaba.
Desperté convencido de ser objeto de una conspiración en regla por salvarme, que me despeja el futuro cuanto tiempo quede por delante.
Este hombre fue nuestro mejor cronista urbano. Va aquí porque me le encomiendo.
Paro pues María urge vaya al foro donde confluyen mujeres expertas en derechos humanos y saldré corriendo a la mitad para una charla sobre el único tema hoy, septiembre 26. ¿Llegaré al plantón magisterial frente al senado, para alcanzar a Lupita, la Leng y Lety, pasando antes por el IEMS en que ofrecí un taller?
-Pregunta por tu viaje a Costa Rica para reconstruir la historia del movimiento social -pienso cerrando esto.
Absurdo todo, cierto. Bueno, no, agrego al volver a casa.
Mi curiosa vejez permite mejorar un antiguo oficio. Ojos Admirados, me nombré al iniciar una década de acompañamiento a los jóvenes. Pude hacerlo treinta años atrás, cuando nació Él, o al subir a la azotea por primera vez.
Si presumo las muchas tareas que tengo es considerándolas y porque gracias a ellas pasó el día asomando a realidades diversas, entre transportes públicos.
A mediodía llegué a un Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) para charlar sobre Julio César Mondragón, tras treinta y dos estaciones por

Lo hizo el Barri, a quien muestro adelante.
Metro y Metrobús. 
Las autoridades querían suspender mi acto. Tenían miedo al ambiente que se había creado al cumplirse el quinto, exacto año de aquella noche. No se los permitiría y fui a la asamblea en que trescientos o cuatrocientos muchachos decidían si sumarse al paro convocado por otras escuelas o solo marchar.
Algo raro pasa allí y donde quiera entre nuestros estudiantes. Su organización desapareció y quienes tienen más saliva subían al rellano de la escalera para mal explicarse. Era un desperdicio en estos tiempos hechos para estallar, y yo el extraño que no debía meter mano. Observarlos con esmero, eso sí hacía sentito. Les consulté en corto, como decimos, y me dediqué a lo mío.
Ahí están también los cchros. Foto de La Jornada.
SIGUE, TAL VEZ, POR LA HORA Y MAÑANA.
(Vean al Barri o Barricada Humana, mi pareja sentimental hace seis o siete años -ya saben, a todo le entra este adulto mayor, multitudinariamente siempre que se pueda.)
Rapeando con su carnal Dany. Yo al fondo lo adoro y vigilo, porque las groupies son peligrosas.
Vuelvo de madrugada para hacer aclaraciones.
El sueño ese vale por sí mismo y quizá su liga con la situación que atravieso se reduce al simple despertar, momento tercamente difícil para mí pues no consigo ocultarme cuán desidioso soy.
Debería escribir reales crónicas con el grueso material reunido cada día. En verdad atiendo mucho a quienes topo y setenta y dos años descifran casi automáticamente momentos como la asamblea de hoy, con sus mil matices. Uno burdísimo apareció poco después. Los jóvenes insistentes en descalificar el paro con presuntas buenas razones, promoviendo a cambio la marcha, no fueron a ella. Rompedores, llaman a quienes hacen cosas así.
Solidarizarse con Ayotzinapa no era el único motivo para suspender actividades. Dos alumnas del plantel murieron en tiempos recientes. A una, tras secuestrarla. La otra recibió una bala perdida dentro de su salón. Los asaltos abundan y, sin duda, los acosos y abusos sexuales. 
SIGUE, AHORA SÍ POR FUERZA. 
En la asamblea una joven controlaba el megáfono. Entusiasta, tenía muy poca experiencia, y eso era para agradecer. Se le sumaron otros como ella, impulsivos, de primeros semestres, seguro. Entonces subió quien sonaba bien:
-Si vamos a parar para irnos de peda...
Parecía provocarlos animando la actividad. ¿Y los rompedores que le siguieron, orquestados, entendí después? 
-Pertenecen al grupo antes dirigente -pensé primero y al verlos quedar dudé si estaban relacionados con la violencia.
Por descomposición, las organizaciones estudiantiles llevan tiempo aprovechando su lugar para fines políticos ocultos o simple abuso. Ocupan espacios físicos donde establecen negocios, por ejemplo, y suelen esquilmar a quienes les echan una mano en tareas comunitarias. Contribuyen así al ambiente que crea el crimen organizado y el porrismo.
Un día después copio parte del camino para extenderlo. Ahora interesan los seres y cosas al través. Allí echaron a la pobrada hace dos, cuatro, seis décadas. O a una porción, pues otra ocupa esas zonas que antes les pedí recorrer a ciegas.
El Metro es remedo de la red cuyo funcionamiento permite transportarse diariamente a millones y aun en sábado hay colas interminables para entrar. Mi compadre Agustín se mudó a una colonia que cruzo. Se los dibujé también ya viejo: semidesdentado, rengeando de la pierna izquierda pues cayeron sobre ella los ocho garrafones que cada tanda oferta con agua pura, y así equilibró el romántico, antiguo aspecto del ojo derecho blanco, carcomido. 
Plugiera a dios, como decían, darme oficio y horas para describirles lo indescriptible en una crónica hecha día a día con personajes y lugares siempre distintos, cuya particularidad personal caso por caso me niego a reducir. 
-Afortunadamente no soy periodista -reafirmo mientras la noche anterior viene a mi cabeza. 
Bueno, ese es otro tema. ¿O no? Para abordalo pases a La "4ta Transición" y Oficios II.