sábado, 31 de marzo de 2018

Unas palabras con el abuelo

-¿Cuándo sucede esta charla, abuelo?
-No entiendo la pregunta. 
-Súbitamente te convertiste en futuro que me guía, caminamos por los siglos detrás nuestro...
-Eso digo yo, tráesme de aquí para allá.
-¿Traígote? ¿No es al revés?
-¡Ah! Nos volvimos tiempo puro...
-No salgas con filosofadas.
-Lo juro. 
-¿Y la perspectiva de género?
-Qué extraño estás, Belarmo. Parangonando el dicho, acláráme con quién has pasado estos días y sabré cuán ultrafeminista andas: ¿Ana, la Mal nombrada...? 
-Renovarse o morir.
-¡Oportunista!
-¿Tienes tupper?
-¿Cómo? 
-Para que lleves las hostias que sobren. 
-Cago en dios, ahora circulas con la banda.  
Escúchase ¡Zoc!
-¡Ay!
-No me arremedes.
-Eso es en mexicano y tú hablas bable emponzoñado. 
-¡Basta los dos!
-¿Yes -de "eres", en asturiano- Madre Primera o Lupita?
-Ambas. Falta nada y ustedes jugando. 
-¿De qué carajo hablamos?
-Eso mismo digo yo.
-¡Ey, ey, esperen!
-¿Qué pasa, B? 
-Ana.
-En Tic trasustanciada. ¿Y la canción de hoy?
-Corre por tu cuenta, amita. Estos lugares no tienen Big Brothers virtuales. Canta, mi Walpurgis, patrona de campesinas y sivientas.
-Creí que no te gustaban los países fríos.
-¿Y Erin, entonces?
-Eso es cosa excepcional en todo para ti, ¿no?
-Comparte cataclismos con nuestras tierras.
-¿En el tiempo?
-¡Acabáramos!, me regresas al principio.
-Ven, te canto, aunque así represente mi antiguo papel.
-¿Puedo pedir que pasen a La Reina de la Roca Gris?
-¿Quiénes?
-La nueva Corte de Medianoche, formada por todos y todas.
Andar. Solo eso tiene sentido. 
-¿Seguro?
-No. Estoy cansado de morir una y otra y otra vez.
-Pero aguardas la utopía, próxima, crees.
-Porque creer es fuer. En todo caso, nuevamente moriré. 
-B.
-Ana-Tic...
-Reposemos, que si hay abuso en tu fátiga, imagina la nuestra.
-Perdón. Siempre Monelle: 
"Monelle me encontró en la llanura, por donde yo andaba errante, y me tomó de la mano:
"-No te sorprendas -me dijo- soy yo y no soy yo. Me volverás a encontrar y me perderás.
"Una vez más volveré entre vosotros; pues pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido.
"Y me olvidarás y me reconocerás y me volverás a olvidar..."1
 

-¿Olvidaste? 
-No. Al fin aprendí, espero.
-Y así, crío, cumpliste conmigo.
-¿De veras, abuelo? ¿Puedo echarme a la vera un minuto?
-Si te la pasas durmiendo ahí.
-Es que solo al cerrar los ojos aparece lo que... ¿necesitamos? ¿Tú también?
-Yo veo cosas distintas a las tuyas. Bueno, al caminar hay lo mismo para los dos.
-¿Cómo se siente estar muerto?
-Raro, al principio. Vamos. Nos toca hacer de Simbads.
-Belarmo, nuestro juego se pasa. No hacemos filosofía ni historia ni biología.
-¿Y? Caminamos. ¿No basta? 
-Lo hacemos a capricho y entonces se pierde todo, creo. 
-Es la búsqueda de la justicia y la injusticia. 
-Cuando solo se procuraba el pan. 
-¿En verdad crees eso?
-Apenas ahora. Tantos, en tantos lugares, durante tanto tiempo. 
-Míralos intentarlo, erguirse sobre su destino. 
-E inventar la maldad y la bondad. Sobre lo sabido, ¿para qué esforzarse?
-¿Quieres volver a casa sin fe?
-Nada más descansar. 
-Mientes con muy poca convicción. 
-Mira. Sí, no puedo rendirme, Belarmo.
   


 
SIGUE