viernes, 31 de enero de 2020

Ni Descubrimiento ni Encuentro ni Conquista. ¿Más que una invención?

-Permíteme tirar un discurso sin interrupciones, abuelo... Oh, oh, no contesta. 
-Que no lo moleste -grita alguien a lo lejos. -Esta insurrecionando el África Negra.
-0-
Al cabo del día Belarmo llega y no le muestro esto que hice para refrescar ideas. Debo dar una charla porque no queda de otra. ¿Perdí el tiempo? Quizás y en todo caso no importa. Iniciamos un puente vacacional y mañana será mañana, ¿no?, jeje.

Lo que sucede con la expansión ultramarina europea tras 1492, no puede compararse siquiera a nuestros modernos viajes por el universo, dice un historiador estadounidense: es la mayor mutación jamás habida en el espacio y tiempo humanos.
Los americanos probamos cuán absurdo resulta llamar "descubrimiento" al trabajo de Colón y sus continuadores. Luego quisieron endulzarnos la píldora reabutizándolo como "encuentro". Y yo no creo que baste con llamarle "conquista". "Invención", le puso Edmundo O´Gorman en un soberbio trabajo y ya no sé si alcance tampoco con este término. 
SIGUE. NOMÁS HAY QUE PONER EN LETRAS EL CHORAZO QUE LAS PAREDES ACABAN DE ESCUCHARME. EN CUANDO A ESE ABUELO QUE SE FUE SIN MI PERMISO... ¡NO!
Retomo. 
Desde que la tierra se dividió en dos, ambas partes permanecieron sin más que los contactos previos al proceso civilizatorio. Así, por un lado, desarrollaron naturalezas singulares y en lo luego llamado América no hubo, pongamos, animales para tracción: burros, caballos, camellos, elefantes... Por otro, no tuvieron mínimo conocimiento de las civilizaciones que cada una creó: cuatro en el Viejo Continente y dos en este nuestro.
Hasta ese año del Maléfico, como a Belarmo y a mí nos gusta llamar al 1492, no saben de su mutua existencia.
Las grandes culturales africanas, asiáticas y europeas registran todo pormenorizadamente, pues eso permite a sus élites mantener el poder. Y todas tienen al océano como uno solo, vastísimo universo que aterra. 
Hubo posibles viajes desde allí a América, como los que se dice hicieron los escandinavos cuando entre los siglos VIII y XII decidieron aventurarse más allá en sus extraordinarios, ágiles navíos. O los probables desde islas del sudeste asiático que sobre barzacazas sin vela, aprovechando una generosa corriente, colonizaron Haway y así estaban en condiciones para alcanzar territorios americanos. Serían empresas episódicas, en cualquier caso. 
Los chinos tenían cuanto necesitaban para ir adonde fuera, excepto las razones. El exterior representó siempre más bien una molestia y no por nada erigieron su gran muralla.
Ese esplendoroso mundo donde nació el papel, la pólvora, la imprenta, etcétera, proveedor de sedas, perfumes y cuanto los pudientes internacionales demanaban, jalonaba una ruta comercial sin comparación, cuyo acceso el cristianismo latino era incapaz de controlar pues estaba en manos islámicas, que crearon un corredor inigualable hasta entonces, partiendo desde el borde atlántico.
Resultaba chistoso, por ejemplo, ver cómo el genovés Marco Polo iba pena tras pena con hermanos carnales muertos a sus espaldas, para asomar al ansiado imperio, cien años después que Ibn Battuta, musulmán tangenino en compañía de ricas caravanas, al completar un recorrido tres veces más largo.
Al papado romano y los reinos bajo protección suya no quedaban sino las monstruosas aguas del Mare Incognitum. Portugal inició la tarea en 1415 por el borde mediterráneo, hasta doblar el Estrecho de Gibraltar rumbo al sur. Iría costeando Africa hasta que ésta quebrara, pronto, sin duda, pues según los mejores geógrafos el Sahara calcinaba toda factible vida. Con doblar a oriente caerían así más o menos a espaldas de la península arábiga y ¡bingo!, imitarían a Simbad, digamos burlándonos un poco.
-Ah, Índico, ya te tenemos -exclamarían los descencientes de Enrique el Navegante.
Para ellos no había esa prolongadísima cola luego inscrita en mapamundis y cuando con pena la descubrieran, ni modo, seguirían pegaditos a tierra, sin retar la ignota bestia acuosa.
Lo lograrían una vez que todo estuviera perdido. Tras la primera empresa colombina.
-Mucho preámbulo.
-¡Mentor, volviste!
-Sino quién te controla, jeje.
-Bueno, a lo que nos truje. 
Esa "mayor mutación jamás habida en el espacio y tiempo humanos" empieza a producir lo que pronto Mogtaigne observará: "Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos  y nuestra curiosidad es mayor que nuestra capacidad de entender. Creemos asirlo todo y apretamos solo viento."
Al conquistar los grandes mares las distancias colapsan y quienes sirven de avance a Europa en el "Nuevo Continente" encuentran realidades profundamente otras, solo comprensibles si se pone atención en ellas con dedicación y mucho tiempo y conocimiento. Plantas y animales son "tan diformes a los nuuestros como la noche al día", dice Colón que, con su gente, no solo por eso cree encontrar sirenas, amazonas y hasta el mísmisimo paraíso perdido. 
Idos por esa inmesidad semejante al "giratorio curso de los cielos", escribe el primer cronista que documenta a los adelantados españoles en Indias, "quienes de aquí marchan mansos corderos, regresan convertidos en rapaces lobos."
-Belarmo, no quiero seguir.
-¿Por?
-He contado tantas veces esta historia...
-Pues nada. Quien quiera escucharla que vaya... ¿Adónde será la charla?
-No sé ni me importa, jeje. Anda, te acompaño a la negritud.