lunes, 24 de septiembre de 2018

Probando

Faltan siete días para marchar y pruebo si puede hacerse un relato corrido de las últimas semanas, meses o años. Será yendo adelante y atrás en el tiempo todo, presente y pasado, imaginariamente y no.


I
No se va quien no quiere, así que siendo las 4:45 am del 29 de noviembre, 2017, agarro carretera hasta siempre. 
Un setentón con mochila al hombro es buena noticia aunque no vaya a su patria prometida ni donde Ana suponía cuando empacaba mis cosas.

II. 
12 de mayo, 2017
Ya que estalle esto, pienso a solas o con otros, y cuando veo el apabullante despliegue de fuerzas públicas me sobrecojo. Detrás tienen eso multiplicado cientos de veces y su función es advertirlo. En reserva, sus ejércitos informales (crimen organizado, paramilitares).
No imaginas la clase de guerra anunciada aquí, digo a la Inesperada, como yo mal intuyo la de tu pequeña ciudad.   
-Haz la crónica y olvida los discursos -me digo. -¿De qué? 
Nuestros buenos anunciaron marchar hacía un punto delicadísimo. Querían desquiciar a los Malditos para ir por otra, más breve ruta. Lograron a medias el objetivo y el cerco se redobló hasta tenerlos cuerpo a cuerpo. Parecía que se les echarían encima, sobre todo cuando al lado suyo aparecieron quienes nunca hay manera de precisarles la intención, pues son cal y arena. 
Lo sé gracias a Lupita, una mujer que no doblegarán y sonríe esta vez. Recorrí cada rostro en torno preguntándome quiénes recibirán toletazos, prisión o algo peor, que no detendrán la marea hasta ¿qué? 
¿De veras creo que escribiré la crónica de aquí en adelante, necesariamente pobrísima? Hago lo posible por mirar desde dentro y hay tantos interiores que no sé por dónde empezar. 
-Están nucleando todo -dije a un hermanito.
-Sí -respondió pensando en los ambientes universitarios.  
La marcha anterior fui con él y su contingente era pequeño. ¿Quitando al magisterio, todo se reduce a muy poco? No. En cualquier caso Prende la mecha y verás cuán lejos llega, reza una máxima.
Otra vez renuncio a la crónica. Mañana habrá elecciones y aguardando los resultados escupiré tonterías.
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Pasó mañana y circula la fotografía de policías estatales que intimidan a un candidato de izquierda. En la red social publico: 
Esto van a hacer en adelante. Eso y usar a los cárteles. Ya no les basta el control mediático ni las Monex          
Y después:
Tuvimos una Revolución y una posrevolución muy activa. Luego sesenta años de priismo corporativista. Nuestra cultura política es muy compleja y desde 1988 suma una pervertida democracia formal y un peso del crimen organizado que envidiaría Al Capone. ¿Cómo se maneja eso?
Bueno, hago la crónica a mi manera.
Creí que el país estallaría al aproximarse las elecciones de 2018. Ahora espero lo haga pronto. 
Lunes hoy, el jueves los cercados empujarán nuevamente. No tienen alternativa. ¿Nuestros Malditos preparan otra noche de Iguala?
El resto de los cuadernos encuentra un final. Este aguardará. 
Llama Lupita.
-Nos vemos a las doce. 
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¿Por qué se retiró casi por completo el operativo policiaco? ¿Contó el fracaso relativo del partido gobernante en las elecciones parciales? 
Continúan llegando contingentes y el jueves lo harán de forma multitudinaria. Hoy al sur extremo un pueblo salió en defensa de quienes eran gaseados. La crónica no la haré yo sino ellas y ellos, como esa estupenda que me entregó un compañero sobre el desalojo-semisecuestro. 
Pasan unos días y tengo los testimonios sobre lo sucedido. Narran con gran detalle y la historia tiene tonos épicos y resulta doblemente esperanzadora. Hay gases que abren los poros y otros penetran produciendo ahogo. Fueron prohibidos en la primera Gran Guerra, un siglo atrás, y dan universal servicio contra la protesta. Los lanzan policías a pie, tanquetas y helicópteros. En esa jornada ahora famosa las y los compañeros pretendían cerrar una carretera, no tuvieron suerte y en compensación horas más tarde asaltaban el hotel que hospedaba a una parte de los uniformados. Les quitaron hasta la ropa. 
Para entonces el movimiento había ganado a la población local y regional. Ciento cincuenta municipios distribuidos por una agreste geografía estaban de su lado.
Pueden escuchar el relato, S y E, en un espacio que comparto con mis hermanitas y hermanitos.  
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En la red social:
Empezaron los dos años más importantes desde el fin de la Revolución. Se juega el futuro
Juntemos ciudad y campo, dije a la Inesperada, y luego el hombre más agudo que conozco soltó en una charla:
Falto de recursos naturales el capital necesita otra vez tomar tierra. A una acción en la bolsa de valores no puede dársele cachetadas. Ahora nos vemos frente a frente(1). Citando también de memoria a un gran pensador alemán(2) la plática inició con un ¿Debemos empezar preguntándonos por quién luchamos? En principio y antes que nada, por los del pasado.
¿Las crónicas son así? ¿Y los hechos que deben presidir? Fabula un poco, pues el género permite todo. Hazlo al modo en el cual Chris recrea a los grandes malditos urbanos para nuestra radionovela ilustrada. Dibuja seres pequeños por miles, royendo la base de un edificio. ¿Escuchas? Su obra incansable, impura, como los trajes o las miradas que portan y no son distintas a la tuya: generaciones y más generaciones en ellas, cometiendo pequeñas maldades cuyo daño es mucho más que una bicoca. 
Acostumbras, acostumbro, pues uso en tercera persona la primera, referirte al diario asesinato del deseo, saben bien ustedes, nietos. Este caso puedo documentarlo socialmente si asomo a una frase anterior: Nuestra cultura política es muy compleja. 
Hace nueve años se produjo la mayor revuelta en décadas(3). Regional, era modélica -creaba un modelo muy eficiente, pues- y comenzó cuando el poder rompió una regla: negociar con las comunidades. ¿Se vendían? No a cambio de una dádiva sino de los recursos indispensables para reproducirse. ¿Enajenaban su libertad? Sólo una parte, y la insurrección era la muestra. Queremos todo, decían también ellas(4).
Trotsky convirtió a la huelga de 1905 en su sujeto narrativo y dieciocho años después Larisa Reisner habló por la comuna de Hamburgo. En cada caso tenían los sucesos frente a sí, como John Reed al escribir México insurgente o Diez días que conmovieron al mundo, o X y Y aquí y allá, siempre geniales. 
¿Mi protagonista es el plantón donde confluye la lucha magisterial? No debería despegármele un minuto, entonces, y estoy obligado a ir y venir observando otras cosas que suceden cerca o muy lejos. Algunas se ocultan sin desearlo y sé que el futuro se juega en ellas tanto como en cualquier otro lugar privilegiado. La resistencia a la minería en la Sierra Norte de Puebla, digamos, acaudillada por una organización ejemplar, Tosepan(5).
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¡Hago llamadas a pie de página, Ohsis!, ¿qué sucede? No perdí el sentido ya por completo, les aseguro, y quizá paso por una de las etapas más cuerdas. Es que nuestra realidad empuja como nunca antes y necesito asideros. El cuaderno entonces rompe sus reglas y nombra.
A los sesenta y nueve años podría fabular por primera vez. No estaría mal una segunda vida para dedicarme a eso, dije en mi pequeño barrio virtual.
¿Se acuerdan, nietos, de mi compadre gorrión, que viene a visitarme a la casita? Según asegura la Inesperada en una de sus canciones, viéndolo desconsolado porque no me encontraba a nuestra hora convenida, lo acostó a mi lado en la cama, y yo tomé fotos de él con ella charlando en esta sala donde escribo. 
Solidario acto el suyo, que luego vuela de pretil en rama y tiene un hogar construido con varas.
Equilibristas, la Tic y este abuelo de ustedes andamos por el alambre, trastabillando y cayendo a ratos. Él se para en los callejeros con una confianza absoluta.
¿Cuánto fabulo y cuánto registro la historia sin más?
Aprovecho para presumir, pues se tiene la impresión de que soy un fracaso patológico. A mis treinta años y gracias a treinta o cuarenta cuartillas semanales con las cuales sostenía a solas el suplemento cultural de un gran diario, nuestro gran cronista me ofreció pertenecer a su equipo. Charlando coincidimos: yo no cabía en los círculos literarios.
Después hice mucha crónica social en una revista estrechamente ligada al movimiento obrero, que duraría años.
Hoy la calle se encarga, esta vez en el sur más cercano. ¿Cómo atendemos tal serie de acontecimientos? Bueno fuera vivirlos y no se puede. Lo digo por mí y decenas o cientos de miles. El monstruo se cimbra, pareciera, momentáneamente al menos. O más, en un medular punto: las televisoras caen en picada. Nada les marcha según calcularon quienes tres años atrás venían por todo. 
En las barricadas la sangre, todavía contabilizable, sumándose al terror cotidiano.
Según la fragmentada transmisión en vivo, los reportajes, las fotos, lo que dicen amigos y conocidos, larga noche vivieron en la ciudad que hace una década representó la resistencia. Entonces me informé puntillosamente, animando explicaciones de quien sabía. Sólo eso. Ahora puedo algo más y no tiene caso sino como percepción por la piel y derecho a compartir un lugar. 
Larisa Reisner no hizo notas así cuando cubría insurrecciones.
Cómo hacen falta viejos que transmitan seguridad con su experiencia de lucha. No sirvo para eso, escribo por ahí.
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Nuevo día cero. Camiones militares disfrazados de policiacos -aquí eso devino en ley- pareciera que llenan una carretera. La noche espera por otro capítulo cada vez más intenso. Tanto que el partido cuya carrera es paralela se decide a sumar fuerzas. Si su líder lo hace no cabe duda: debe jugarse el todo por el todo de una vez.
Mientras, el movimiento crece y la autoridad envía nuevas fuerzas. No podrá con tanto, pienso y me equivoco. Los uniformados son cortados a medio camino por comunidades cada vez más decididas. 
Mis jornadas incluyen sin falta el campamento para tareas secundarias y continúan los testimonios. Ahora sé que la utopía se dibuja en detalle no sólo donde pensaba. Quienes luchan construyen a la vez alternativas de futuro y en mi desmesura ya no me preocupan los malditos sino cómo pueden hilarse esos nuevos proyectos. ¿Perdí el magro equilibrio mental en que vivo?

III
20 de septiembre, 2016.
Mi puerta exterior siempre está abierta, Ana entra. Trae una mochila, dejo de meter cosas en la que preparo.
-Lo hago yo –dice.
No entiendo nada.¿Si enloquecí al fin sin remedio por qué el teléfono suena con impaciencia registrando a Lupita? ¿Me atreví realmente a pedirle que buscara un trabajo para ayudarlos? ¿Y esas sirenas afuera?
-Estoy confundido, A.
-Perdona.
Sus ojos parlotean sin moverse.
Pasaron cuarenta años desde aquella primera vez. Teníamos quince y yo hoy casi setenta. Las cuentas no cuadran. Debería pedirme contestar la llamada y ni palabra soltará, sé, pues llegó "nuestro tiempo".
¿Y esa canción ahora? Cierto, pertenece a mi más maniática cinta y aun así, justo en este momento, resulta sospechosamente a modo. ¿Musicalizo la película?
Otra vez el teléfono.
-Hola, no escuchaba… Calculo que a las seis… ¿Importa que vaya acompañado? Nos acomodamos en cualquier sitio… Luego le explico… Gracias, un beso.
A hace nudos y calla. Nada la sorprenderá, molestará, preocupará. Ni marcharnos en el peor momento del país, según cree. Los grandes amores jamás yerran, grita un imaginario letrero luminoso.
Ella, así, en mayúscula, parece salida de un sueño, como yo y lo demás. Busco el espejo al costado. Me reconozco.
-Espera, hablo a mis hijos.
J contesta.
-¿Qué nuevas? –pregunta sin tránsito.
Cuento entrecortadamente, evitando palabras que disparen alarmas policiales.
Me corren siglos por la cabeza, cuelgo.
-¿Nos vamos? 
-Hay tiempo -contesto tratando de ganarlo para pensar y ella no lo permite por su mera presencia. La quiero tanto e imaginé tan bien la coyuntura nacional, que así permaneciera sano...
Despierto aliviado y triste. Hay sirenas corriendo, suena el celular. ¡Es Lupita! ¿Y A? 
Respondo.
-Hola... ¿Una reunión...? Sí, claro. Beso. 
Fumo y en la sala encuentro al abuelo, muerto en 1950; a Agustín y el Grillo, a quienes no veo hace décadas; a la niña que quedó coja durante un bombardeo; a Brian O´Donnell, según deduzco, y un personaje fantástico con rasgos sioux. 
Doy media vuelta entre sus quejas.
-Don Alonso Quijano, te alcancé.
-No tengas miedo, B.
-A.
-Ven.
-¿De veras estás aquí?
No se da cuenta a qué me refiero.

IV
Camina, alguien dice Compermiso, tres metros allá se sienta, ¿cuál de los dos?, No puede estar aquí, lo amonesta un hombre en uniforme, enérgico, sin mala fe, el orden es el orden, sabe cualquiera y todos dudan si eso tiene sentido. Vuelve a levantarse, las nubes pasan, bajas, rápidas, gruesas, apenas repara en ellas, ni ellas en él, claro, así debe ser, cada quien a lo suyo, está bien, no hay qué de quién. 
Solo camino, primera persona del singular, como la segunda y la tercera, piensa, y también hay nosotros, nosotros, sí. Pensar, tan natural y absurdo. Miro, pues, a una anciana al paso. Su rostro es digno y hermoso Déjeme que escarbe en él, Anda, contestará, si le pido permiso. Nos hemos ido, ella y yo, y no volveré a encontrarla.
Miente la leyenda del cuaderno. No existe país ni oportunidad ni tiempo preciso. Unicamente el camino.
Al fondo hormigas humanas levantan una contrucción a la velocidad que no se extraña aquí, donde podemos contar los segundos. 
Hay preguntas estúpidas: ¿cuánto falta? ¿Para dónde?
¿Y el abuelo y la amita, con quienes iba? Vaya a saberse, nadie se pierde.
Otro niño acaba de morir, o lo gasearon o fue violado, escucho. No precisan género ni lugar. Las almas buscan inútilmente guardarse para ocultar su pena, pues necesitamos creer. Sucumbirán los sin fe y cada uno y una que falta es merma irreparable. 
No pares, vuelven a decirme, Quisiera, tardaré muy poco, respondo, Más adelante, O atrás, tercia alguien.

V
Julio, 2017.
Muerde el frío esperando el autobús y al abrir los ojos, a pesar del sol macho que entra por la ventanilla. ¿Cuánto habremos descendido en apenas cuatro horas? ¿Mil, mil quinientos metros o más?
Siento haberme perdido esa fantástica transformación del paisaje -pues no es más por ahora- que sin falta asombra cuando se deja la ciudad monstruo hacia ambas costas. Ahora son pinos y otras coníferas cuyo nombre nunca aprendí, en un rato los copales, guajes, avizaches, cazahuates, tepehuajes, que los campesinos me enseñaron a llamar, y luego llegan las selvas, así, en plural, pues hay de varias alturas, secas hacia este costado.
En momentos parecieran tierras vírgenes y sabemos que eso no existe aquí hace mil años. Es por el despoblado a orillas de la carretera hecha sin respeto hacia los hombres y mujeres reunidos en rancherías, y por esa sabia forma para aprovechar laderas y quebradas que una agricultura ajena no reconoce como tal.
-¿Vamos? -preguntan al mediodía.
-Sí -respondo postergando la tarea de contar. 
Arriba quedó la señalización que me traía historias trágicas. Esa sierra es bien conocida por mis amigas y quizá costó la vida a Digna Ochoa. ¿Iré algún día? Hoy su amos son Templarios -no hay casualidad en el nombre, ¿verdad, Malditos de las Cruzadas?-, y a menos que para cosas suyas me lleven los compañeros seguirá revoloteando en mi imaginación. Bien visto, no sería raro: de donde vengo el "Sur geografía profunda" resulta exotismo puro. Aquí se habita.
Para subir a esta hermosa, modesta casa en lo alto, quien me acoge prendió las luces interiores del auto. Así pueden reconocerlo los halcones y sicarios locales. La extraña guerra ya no es distante, pues.

VI
Como saben, nietos, mi abuelo Belarmo hace años vive conmigo. Uno noche paseando juntos se cruzó con otro hombre que me obsesiona, V, y no pudieron reconocerse.
Éste escribió:
"Que la pena pueda pasar y que se siga viviendo después, fue para mí un gran asombro. Sobrevivir es la cosa desconcertante entre todas (...) ¿Por qué sobrevivir si no es para aquellos que no sobreviven? Los muertos para mí están muy cerca de los vivos, no discierno bien la frontera que los separa"3. ¿Sabía que su último viaje era a las tierras donde poco después accidentalmente y no yo nacería? Qué importa. La cuestión está en el pasado. Hablen quienes murieron, también apenas diez minutos atrás. Que lo hagan ya un hipotético primer día y lleguen sumados a los años que quieren servirme de referencia. Debemos empezar en 1415, parece, en una ciudad por la cual debí atravesar quinientos ochenta años despúes sin hacerle demasiado caso, pues buscaba tres siglos atrás hacia su sudoriente próximo. 
Bereberes, llaman a los pueblos que desde la prehistoria habitan estos lugares, o magrebis o almorávides ahora, cuando el Islam occidental hace tiempo hizo crisis y no es la espléndida cultura cuyos restos persigo en 1990. 
Esperen, que me pierdo. Volvamos a 1415, o mejor, pocas décadas después, cuando los entonces Amadises en ciernes se echan por primer vez al Atlántico y para su civilización las islas vuelven a navegar delirante, imaginariamente.
El mundo está condenado hasta nuestros días o para siempre, si el viaje que emprendo resulta de meros buenos, inútiles deseos, ¿verdad, abuelo?
-¿Qué haces aquí, en la Costa? -pregunta.
-Sigo el rastro o huyo, cómo saberlo.
-1415, dijiste, y el año yo mas bien lo tengo como 1291. 
-No vuelvas a citar al tipo ese. Menudo farsante.
-Pero llegó.
-Siglo y medio luego de quien nos sirvió de guía.
-El efecto no fue el mismo.
-Tienes razon. Entonces vayamos atrás: 1096. 
-Terminarás en Matusalén. 
-Déjate de bromas. A 1459, cuando el mapa.
-¿De qué coño mapa hablas?
-El que condujo a 1487.
-Cago en Dios, vaya enredo.
-Muertos es nuestro tema, ¿no? Y jamás los hubo más que allí.
Fechas, muchas fechas, todas atestadas de sangre o anunciándola a raudales, ahora andamos tras el África negra, barbarie entre barbaries.
"Durante 500 años, desde Senegambia en el Oeste hasta el litoral swahili del este, el tráfico de esclavos llevó millones de personas hasta las costas para ser llevadas a otras tierras..."4
Cuestión delicada, según nuestro autor, pues en la trata participarían Estados y comunidades negras.
-Pueblo es pueblo. 
-Nada en la historia de la humanidad fue tan cruento. 
-Y eso es mucho decir -dice mi mentor citando las palabras que juntos escribimos: 
Enfermeras y enfermeros de un psiquiátrico, agentes o testigos de un festín del gusto por el poder convertido en deseo, luego asesinados, como adelanto de miles de ajusticiamientos a cielo abierto y fosas comunes con las huellas borradas; juicios sumarios, campos de trabajo, palacios reconvertidos a base de horcas, sillas eléctricas y látigos con clavos en las puntas; padres amenazados con la muerte cumplida de un hijo para que otro, fugado, abandonase su escondite, o colgados de propia mano como único camino para escapar de la terrible elección; mujeres rotas sin remedio, que no sabían si algo más podía perderse en el periplo inútil de evitar el fusilamiento del marido; damas en fiestas populares riendo al obligar a cantar a la joven que esperaba para enterrar un cadáver producto del justo castigo ordenado a un juez por el divino verbo; hogueras de libros, ojos espiando por las rendijas de todas las horas…
No en balde al inicio de los 1950 Blas de Otero, el aún más o menos joven poeta, decía:
"Aquí teneís, en canto y alma, al hombre
"aquel que amó, vivió, murió por dentro
"y un buen día bajó a la calle: entonces
"comprendió: y rompió todos sus versos (…)
"olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo."
Y Damaso Alonso: “Hemos vuelto los ojos en torno y nos hemos sentido como una monstruosa, una indescifrable apariencia, rodeada, sitiada por otras apariencias, tan incomprensibles, tan feroces, quizás tan desgraciadas como nosotros mismos (,,,) o nos hemos visto entre millones de cadáveres vivientes, pudriéndonos todos (…) Y hemos gemido largamente en la noche. Y no sabíamos a dónde vocear.”

VII
Si México entra al periodo más importante desde su Revolución -hace cien años- y en el mundo se juega el proceso civilizatorio -diez milenios-, ¿importa qué sucede a cada una y uno alrededor? y ¿cuán lejos alcanza éste? 
Por mi perfil tengo en twitter mil setecientos seguidores. Casi todos son de Medio Oriente y nadie en las cuentas FB que reúnen cuatrocientos méxicanxs y veinte hispanoablantes más, hace mayor caso cuando publico noticias relacionadas con Siria, Palestina y sus entornos.
"Cada año, entre 500 y 700 niños palestinos de Cisjordania son arrestados e interrogados (bajo tortura a veces) por las fuerzas israelíes, antes de ser juzgados en juicios militares." 
El fenómeno se acusó tras la decisión estadounidense de trasladar su embajada israelita a Jesuralem, reclamada por los sionistas como residencia natural del Estado judío. Éste no representa desde luego a todo su pueblo y menos a los hebreos esparcidos en el planeta, quienes así quedan expuestos al terrorismo desesperado o que nació tras cuidadosos calculos hechos a ratos en los propios Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, países que a la vez aparecen también como blancos. 
Hay fotos terribles sobre esas y anteriores jornadas. Pongo tres en que no escurre sangre. La última es de un niño con cicatrices que no se borrarán.




Yo sé casi nada y acudo siempre a Robert Fisk, el mejor periodista del mundo, experto en Medio Oriente. 
Dije ya que mi país es solo superado en violencia por Siria, donde lxs muertos duplican o más a lxs nuestrxs. Fue tras un ataque allí que Fisk escribió: "Y, como de costumbre, serán los palestinos quienes sufrirán, con su tragedia totalmente olvidada en medio de esta locura".
Para don Robert, a quien empecé a leer en 2001, durante la invasión a Irak ordenada por un demente quizá más peligroso que Hitler, sin falta las víctimas se cuentan una a una. 
De momento no encuentro los reportajes que más me sacudieron. Va uno al azar, traducido como Dios dio a entender: "Abu Hassan y Malek Hammoud estaban preparando el almuerzo para los clientes en el restaurante Nasser en el lado norte de la calle Abu Taleb. El misil que los mató aterrizó al lado de la calzada hacia el oeste, su explosión arrancó la parte delantera del café y cortó a los dos hombres -el primero, 48 años, el segundo solo 18- en pedazos. Un compañero de trabajo me guió a través de los escombros. ´Esto es todo lo que queda de ellos ahora´, dijo, mostrando ante mí una sartén que goteaba sangre."
Sin duda publicó algo sobre los niños de Cisjordania, que buscaré más tarde. El hecho escueto es como cada uno de esos muchachitos y muchachitas nos hielan la sangre.  
Los hay por toda la tierra.
En México se cuentan por miles, sufriendo otras penas (evito la de un pequeño cuyo vientre fue cosido con mecate, tras extirparle órganos para su venta).






Golpeado por polícias de la ciudad de México.
Esta nota repite mucho lo de anteriores. La inicié pensando en mis tristezas. ¿Cómo referirme a ellas si el panorama general es trágico? ¿Aunque, cuándo los sufro, al afirmar dirigirme al primer día privado y colectivo? 
De ser consecuente va el asunto y anoché usé horas reconstruyendo con la Tic un momento sencillo y trascendente para los dos. ¿Cuántos morían o eran vejados durante aquellas pocas horas en que asentábamos nuestro futuro tras un simple acto de coquetería suyo? ¿Y mis batallas con una ventana o los corajes por fotografías en las cuales me desagrado? ¿Por qué es tan buena novela El amor, de Marguerite Duras, si trata el conflicto de una pareja y la soledad cósmica, digamos, en Ella, parisina, ilustrada, con recursos económicos, haciendo turismo? 
¿El sistema administra el dolor y lo dosifica por estratos y regiones? Abu Hassan y Malek Hammoud tenían un restaurante en Teherán y preparaban la comida para su clientela y quizá  uno de ellos sufría desamores y al otro sus pulmones no daban para más y debía cambiar de vida o ambos recordaban noches inolvidables, cuando el misil "quirúrgicamente" diseñado les cayó encima. 
La muerte cruenta, vil, artera, los trae diecisite años después a esta ciudad, trece mil kilómetro lejos. ¿Necesitaban ese final para hacérseme hermanos? 
Reviso entonces a esos mil trescientos seguidorxs del tuitcoso, que son palestinos, sirios, turcos, sauditas, como si estirara la mano, rogando por su mañana y pidiéndoles mirar hacía aquí, donde nos jugamos el destino ahora.
Rosa de Luxemburgo, lo dije ya también, creo, se culpaba a sí y a la izquierda revoluciona europea en su totalidad, por el fracaso soviético: Quedaron solos, no hicimos nuestra parte
"Tras la masacre en Gaza (...) ¿cuánto tiempo vamos a seguir simulando que los palestinos no son personas?", escribe Fisk. ¿Y cuánto, preguntó yo, sin una palabra por Honduras y El Salvador, los lugares más peligroso del planeta gracias al imperialismo estaodunidense, y cuyos migrantes pierden la vida en México como perros, tratados peor que los mexicanos cuando cruzan nuestra frontera norte? ¿Y así otros y otras, donde sea? 
-0-
Anoche me sentí otra vez en un callejón sin salida. Cualquier simple conocido se da cuenta. Por momentos tienen entonces la tentación de estimar cuán poco resistiré y luego creen que soy muy útil y que queda mucho tiempo hacia adelante para mí.
A veces despierto avergonzado, pensando No hago nada valioso, y los días suelen ser placenteros o emocionantes, con cierta frecuencia hasta lo extraordinario.
¿Hablar de eso cuando por millones encuentro referencias a niñas y niñas como los que sufren en las fotos? Soy el hombre a quien Fisk siguió para encontrar a Abu Hassan y Malek Hammoud: un sobreviente cuya identidad debió reportarse también. ¿O solo la muerte me reconocerá?
SIGUE, CLARO.