martes, 29 de mayo de 2018

Lo público y lo privado

Si México entra al periodo más importante desde su Revolución -hace cien años- y en el mundo se juega el proceso civilizatorio -diez milenios-, ¿importa qué sucede a cada una y uno alrededor? y ¿cuán lejos alcanza éste? 
Por mi perfil tengo en twitter mil setecientos seguidores. Casi todos son de Medio Oriente y nadie en las cuentas FB que reúnen cuatrocientos méxicanxs y veinte hispanoablantes más, hace mayor caso cuando publico noticias relacionadas con Siria, Palestina y sus entornos.
"Cada año, entre 500 y 700 niños palestinos de Cisjordania son arrestados e interrogados (bajo tortura a veces) por las fuerzas israelíes, antes de ser juzgados en juicios militares." 
El fenómeno se acusó tras la decisión estadounidense de trasladar su embajada israelita a Jesuralem, reclamada por los sionistas como residencia natural del Estado judío. Éste no representa desde luego a todo su pueblo y menos a los hebreos esparcidos en el planeta, quienes así quedan expuestos al terrorismo desesperado o que nació tras cuidadosos calculos hechos a ratos en los propios Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, países que a la vez aparecen también como blancos. 
Hay fotos terribles sobre esas y anteriores jornadas. Pongo tres en que no escurre sangre. La última es de un niño con cicatrices que no se borrarán.


Yo sé casi nada y acudo siempre a Robert Fisk, el mejor periodista del mundo, experto en Medio Oriente. 
Dije ya que mi país es solo superado en violencia por Siria, donde lxs muertos duplican o más a lxs nuestrxs. Fue tras un ataque allí que Fisk escribió: "Y, como de costumbre, serán los palestinos quienes sufrirán, con su tragedia totalmente olvidada en medio de esta locura".
Para don Robert, a quien empecé a leer en 2001, durante la invasión a Irak ordenada por un demente quizá más peligroso que Hitler, sin falta las víctimas se cuentan una a una. 
De momento no encuentro los reportajes que más me sacudieron. Va uno al azar, traducido como Dios dio a entender: "Abu Hassan y Malek Hammoud estaban preparando el almuerzo para los clientes en el restaurante Nasser en el lado norte de la calle Abu Taleb. El misil que los mató aterrizó al lado de la calzada hacia el oeste, su explosión arrancó la parte delantera del café y cortó a los dos hombres -el primero, 48 años, el segundo solo 18- en pedazos. Un compañero de trabajo me guió a través de los escombros. ´Esto es todo lo que queda de ellos ahora´, dijo, mostrando ante mí una sartén que goteaba sangre."
Sin duda publicó algo sobre los niños de Cisjordania, que buscaré más tarde. El hecho escueto es como cada uno de esos muchachitos y muchachitas nos hielan la sangre.  
Los hay por toda la tierra.
En México se cuentan por miles, sufriendo otras penas (evito la de un pequeño cuyo vientre fue cosido con mecate, tras extirparle órganos para su venta).



Golpeado por polícias de la ciudad de México.
Esta nota repite mucho lo de anteriores. La inicié pensando en mis tristezas. ¿Cómo referirme a ellas si el panorama general es trágico? ¿Aunque, cuándo los sufro, al afirmar dirigirme al primer día privado y colectivo? 
De ser consecuente va el asunto y anoché usé horas reconstruyendo con la Tic un momento sencillo y trascendente para los dos. ¿Cuántos morían o eran vejados durante aquellas pocas horas en que asentábamos nuestro futuro tras un simple acto de coquetería suyo? ¿Y mis batallas con una ventana o los corajes por fotografías en las cuales me desagrado? ¿Por qué es tan buena novela El amor, de Marguerite Duras, si trata el conflicto de una pareja y la soledad cósmica, digamos, en Ella, parisina, ilustrada, con recursos económicos, haciendo turismo? 
¿El sistema administra el dolor y lo dosifica por estratos y regiones? Abu Hassan y Malek Hammoud tenían un restaurante en Teherán y preparaban la comida para su clientela y quizá  uno de ellos sufría desamores y al otro sus pulmones no daban para más y debía cambiar de vida o ambos recordaban noches inolvidables, cuando el misil "quirúrgicamente" diseñado les cayó encima. 
La muerte cruenta, vil, artera, los trae diecisite años después a esta ciudad, trece mil kilómetro lejos. ¿Necesitaban ese final para hacérseme hermanos? 
Reviso entonces a esos mil trescientos seguidorxs del tuitcoso, que son palestinos, sirios, turcos, sauditas, como si estirara la mano, rogando por su mañana y pidiéndoles mirar hacía aquí, donde nos jugamos el destino ahora.
Rosa de Luxemburgo, lo dije ya también, creo, se culpaba a sí y a la izquierda revoluciona europea en su totalidad, por el fracaso soviético: Quedaron solos, no hicimos nuestra parte
"Tras la masacre en Gaza (...) ¿cuánto tiempo vamos a seguir simulando que los palestinos no son personas?", escribe Fisk. ¿Y cuánto, preguntó yo, sin una palabra por Honduras y El Salvador, los lugares más peligroso del planeta gracias al imperialismo estaodunidense, y cuyos migrantes pierden la vida en México como perros, tratados peor que los mexicanos cuando cruzan nuestra frontera norte? ¿Y así otros y otras, donde sea? 
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Anoche me sentí otra vez en un callejón sin salida. Cualquier simple conocido se da cuenta. Por momentos tienen entonces la tentación de estimar cuán poco resistiré y luego creen que soy muy útil y que queda mucho tiempo hacia adelante para mí.
A veces despierto avergonzado, pensando No hago nada valioso, y los días suelen ser placenteros o emocionantes, con cierta frecuencia hasta lo extraordinario.
¿Hablar de eso cuando por millones encuentro referencias a niñas y niñas como los que sufren en las fotos? Soy el hombre a quien Fisk siguió para encontrar a Abu Hassan y Malek Hammoud: un sobreviente cuya identidad debió reportarse también. ¿O solo la muerte me reconocerá?        
¿SIGUE?