domingo, 7 de junio de 2020

El último viaje no se ha suspendido

El abuelo se encabrita por mi errático registro de nuestro viaje, que nos separó. 
-Voy casi a ciegas -le digo.
-Válgame dios, apenas lo había notado. 
-Uy, cómo si tú avanzaras mucho. 
-Pues organicé medio mundo ya. 
-No seas largo, dinamitero. 
-¿Largo?
-Mentiroso, pues. 
¡Ping!, ¡pong!, ¡pang!, escúchase, sobre todo dentro de mi cabeza. 
-¿Para qué querías verme?
-Necesitamos mínimá coordinación, ¿no?
-Anda por ahí. Cada quien lo suyo. 
-¿Ah, sí?
-Caminas a gatas, cuarentenero, y yo a mi aire, libérrimo. 
-Odio la muerte y los permisos que te da. 
-Mira detrás mío. 
-¡Vaya legión! Préstala y así no pierdo tiempo.
-No responden preguntas de lelos. 
-Alguien heredómelo, creo. 
-¿La tontera? Tu padre, seguramente, jeje.
-Pues lo tenías en mucha estima.
-Para, que perdemos tiempo y no nos sobra ni un segundo.
-Dame tips, siquiera.
-¡Aguanten, compañeros! -grita hacia donde caballos y macanas se empeñan contra masas iracundas.
-¿Quién es ese que traza y traza en un cuaderno?
-Gustav. Hace apuntes. 
-¿Aquél de 1871?
-Y 48, etcétera. 
-Menudo socio conseguiste. 
Coubert preparándose para inmortalizar la Comuna de París.
-Ahora tiene muy buenos amigos fotógrafos.
Carlos Barria
-¿Te vas? Dejas para mí lo impreciso.