Ayer China condenó las sanciones económicas que EU y Europa imponen a Rusia, interpretándolas como "complot de reprimir simultáneamente" a ambas potencias, y Pakistan, quien en 1959 fundó la Organización para la Cooperación Islámica y "cuenta con el séptimo ejército más numeroso del mundo", con armas nucleares, suelta estas duras palabras contra el imperialismo occidental.
Según entiendo, los pakistaníes quieren dejar atrás su oscuro, reciente pasado, pero no sé bien a bien qué sucede allí, como en las propias Rusia y China. Me tiene sin cuidado de momento, porque nada deseo más que ver a Occidente morder el polvo, lidereado por una nación cuyas invasiones se enlistan aquí abajo.
Un querido amigo español despotrica contra lo que percibe en mí: "De
esa larga relación de países, las 3/4 partes no se pueden considerar
técnicamente invasiones. Me asombra la defensa implícita de un dictador
como Putin". Y se produce una discusión con otra amiga, ella mexicana: "uyyy, que fuerte. Se entiende que no le guste Putin, pero decir que 3/4 partes no pueden ser consideradas invasiones, pues
verdaderamente...(¿como es posible? Que triste, que injusto y que
desigual?).....digamos que no es correcto. Además puede enojarse con
Putin sin necesidad de lavarle la cara a Estados Unidos, porque eso sí
está muy pero que muy difícil y por cierto, es innecesario."
Mucho tiempo atrás Leo Huberman escribió Nosotros el pueblo, un notable esfuerzo por ver la historia de EU desde su gente desdeñada (https://kupdf.net/download/nosotros-el-pueblo_5ac7d8cfe2b6f5a5225be400_pdf). Con sus informes, hace década y media escribí esto:
...el sueño que jalonaba un movimiento humano raras veces contemplado por la
historia. Entre 1770 y 1830 ocho millones de hombres y mujeres de la costa
atlántica siguieron la caída del sol tras los Apalaches que el gobierno
británico había impuesto como barrera a la colonización, hacia la
asombrosamente pródiga cuenca del Mississippi y más allá, rumbo a las
Rocallosas.
La
tierra, confundida, se conmovía con la avalancha humana, con su peso de
carretas, caballos y embarcaciones cargados con todo lo imaginable y su brutal
estrépito de hierro y madera, de disonantes voces de cerdos, reses, perros y
gallinas. La prensa y las memorias de la época trataban de apresar en números
la impresión del tumultuoso precipitarse atravesado por una fe en la que se
creía reconocer las trompetas de plata de Moisés anunciando el reino de Israel:
“En un
mes, la villa de Robbstow vio pasar 236 carretas.” “Informes provenientes de
Lancaster establecen que se contaron en una semana 100 familias que cruzaron la
ciudad.” “Por Eaton pasaron 511 carretas con 3,066 personas en un mes.” En el
mismo Muskingum de las mágicas semillas de calabaza, un probable conocido de
los Taylor contabilizaba 50 carretas en un día, mientras los ríos se sembraban
de pontones, lanchones y chatas.
Era una
historia de grandes esperanzas y sufrimientos. “Una familia compuesta por 8
miembros, en viaje de Maine a Indiana hizo a pie los más de 600 kilómetros a
Eaton, Pennsylvania.” “Un herrero de Rhode Island, en pleno invierno cruzó
Massachusetts rumbo a Albany (alrededor de 300 kilómetros). En un carrito iban
algunas ropas, algunos alimentos y dos criaturas. Detrás marchaba pesadamente
la madre, con un pequeñuelo en brazos y 7 niños más a su lado.” El diario de un
observador daba cuenta de un par de embarcaciones improvisadas, amarradas una a
otra, con cabañas construidas en lo alto, que transportaban a familias y
granjas desmontadas con todos sus efectos, en una especie de hogar viajero
sostenido por sus rutinas, cuyo símbolo era una anciana con anteojos que en una
silla se entregaba a su tejido.
Se
instalaban en un lugar que parecía bueno, otros pasaban de largo dejando el
rumor de nuevos y mejores lugares. Entonces los más arriesgados o los menos
favorecidos tomaban de vuelta el camino. Eran tan frecuentes las mudanzas, que
un futuro presidente aseguraba que a uno de sus vecinos todos los años en
primavera las gallinas se le acercaban y cruzaban las patas, aguardando que las
atara para el viaje.
Un
recuerdo éste, tocado por el mismo impulso de imaginación que hacía florecer
con clavos a una barra de hierro y que sólo así era capaz de recoger los
auténticos milagros de la aventura que en menos de medio siglo multiplicó por
seis el territorio de las trece colonias primitivas. La aventura dejaba en la
mentalidad del país una huella imborrable y consolidaba y definía a la
democracia nativa. Así, privilegiando la anécdota, subrayando los rasgos
excepcionales o caricaturescos de la realidad, vacilando entre un agrio y
desenfadado humor y un gusto a Viejo Testamento, se construía una percepción
del mundo, una memoria y un habla que contribuirían decisivamente al
surgimiento de una religión, una conciencia y una literatura nacionales.
Una
larga serie de estereotipos estadounidenses estaba ya presente en el río de
historias que desde el Oeste prosperaba entonces por el resto del país. En la
anécdota, por ejemplo, del viajero que detenía su caballo donde el lodazal de
un camino se volvía infranqueable y descubría un sombrero sobresaliendo del
fango, que se agitaba. “Al viajero comenzó a helársele la sangre, pero juntó
suficiente coraje para levantar el sombrero con su látigo de montar. ¡Cáspita!
Debajo apareció la cabeza de un hombre, que se volvió hacia él y exclamó:
“-¡Hola,
forastero! ¿Quién le dijo que me hiciera saltar el sombrero?”
Reponiéndose
de la sorpresa el forastero se preparó a bajar del animal para ayudarlo, pero
el otro lo contuvo:
-”¡Oh,
no se preocupe usted! Verdad es que estoy en un aprieto, pero tengo debajo mío
un excelente caballo, que me ha hecho atravesar sobre su lomo más de un sitio
peor que éste. Nos las arreglaremos.”
Se
necesitaba en verdad humor, capacidad de sacrificio y decisión para emprender
una tarea que, por lo demás, para muchos era una especie de obligación.
“Consideremos el caso de los desheredados, sin una hilacha de su propiedad,
deslomándose en el trabajo y no obstante siempre con el fantasma de la cárcel
de los deudores ante su vista: ¿cómo reaccionarían esos hombres frente a la
posibilidad de recomenzar en una nueva región.” O a un labrador que roturaba la
tierra hasta agotarla o que “desde el primer día tuvo que luchar con un suelo
pobre o pedregoso”, para quienes la promesa de América no se había cumplido o
sólo en términos miserables.
Eran seres
humanos que tras las flechas de los indios encontraban a las de los mucho más
peligrosos bancos, que cada poco amenazaban aumentar los intereses o expropiar
las tierras adquiridas a los grandes concesionarios del Estado. La avanzada de
los colonos entre el Muskingum y el Ohio, pongamos por caso, había sido
precedida por la compra de derechos sobre 600 mil hectáreas, de parte de una
compañía dirigida por un general y un reverendo, a la ganga de 20 centavos por
hectárea. Para el colono los dos dólares o el dólar y cuarto al cual se redujo
luego el precio -de seis a diez tantos de ganancia, pues, para los
especuladores- en principio podrían parecer más que razonables, pensando en las
virtudes de suelos, climas y aguas a tal punto de veras anchos, favorables y
abundantes que frecuentemente permitían sembrar sin haber roturado y que
entregaban dos cosechas por año.
Pero
para hacerse del lote tipo, de 640 acres, la absoluta mayoría debía recurrir al
crédito de las instituciones del Este, que medraban tan a gusto como los
concesionarios. Dos o tres letras se acumulaban y los colonos recibían los
anuncios de lanzamiento, que los incitaban a la revuelta. Así había sido desde
muy pronto, en presagios de auténticos conflictos de clase. Comenzaba la gran
empresa cuando en 1786 multitudes de granjeros, dirigidos por un capitán
retirado, llevaron su coraje hasta amagar con el asalto a un arsenal y no
desistir de entrar a la mismísima Boston sino porque milicias de honrados
ciudadanos los forzaron a retirarse a los bosques y rendirse, mientras la
caballería formada por probos e iracundos estudiantes “sembraba el terror entre
las familias campesinas”. Revueltas que si entonces y más tarde no llegaban a
extremos era por la alternativa de marcharse y recomenzar, hacia el prometedor
horizonte.
Entretanto, millones de esclavos negros y descendiente suyos sufrían hasta lo indecible y éstos siguen hoy viviendo un virtual apartheid, reflejado en la icónica figura de George Floyd.
Amigo español a quien cité: El régimen estadounidense empezó a tocar fondo con Trump y sus milicias -pues eso son- asaltando el Capitolio, y los demócratas que le ganaron electoralmente solo gracias al movimiento social se exhiben hoy, cuando menos en sus mayoritarios políticos, como los más fieles representantes del establishment profundo que sostiene al imperio, que benefició a Inglaterra y la Unión Europea supeditándolos.
Dios coja confesados a España, furgón de cola con Portugal y otros, a partir de aquí. Ni modo, bien disfrutaron la alianza. Paguen en 2022 y adelante, mientras Bolivia, Chile, Colombia y Brasil en breve, etcétera, incluidas la 4T mexicana, Black Lifes Matter y comunidades latinas californianas, continúan empeñándose en una segunda independencia.
Gracias, Santa Utopía, por darle una esperanza a América y el mundo.