Camina, alguien dice Compermiso, tres metros allá se sienta, No puede estar aquí, lo amonesta un hombre en uniforme, enérgico, sin mala fe, el orden es el orden, sabe cualquiera y todos dudan si eso tiene sentido. Vuelve a levantarse, las nubes pasan, bajas, rápidas, gruesas, apenas repara en ellas, ni ellas en él, claro, así debe ser, cada quien a lo suyo, está bien, no hay qué de quién.
Solo camino, primera persona del singular, como la segunda y la tercera, piensa, y también hay nosotros, nosotros, sí. Pensar, tan natural y absurdo. Miro, pues, a una anciana al paso. Su rostro es digno y hermoso Déjeme que escarbe en él, Anda, contestará, si le pido permiso. Nos hemos ido, ella y yo, y no volveré a encontrarla.
Miente la leyenda del cuaderno. No existe país ni oportunidad ni tiempo preciso. Unicamente el camino.
Al fondo hormigas humanas levantan una contrucción a la velocidad que no se extraña aquí, donde podemos contar los segundos.
Hay preguntas estúpidas: ¿cuánto falta? ¿Para dónde?
¿Y el abuelo y la amita, con quienes iba? Vaya a saberse, nadie se pierde.
Otro niño acaba de morir, o lo gasearon o fue violado, escucho. No precisan género ni lugar. Las almas buscan inútilmente guardarse para ocultar su pena, pues necesitamos creer. Sucumbirán los sin fe y cada uno y una que falta es merma irreparable.
No pares, vuelven a decirme, Quisiera, tardaré muy poco, respondo, Más adelante, O atrás, tercia alguien.
SIGUE