viernes, 5 de enero de 2018

Caminar

Camina, alguien dice Compermiso, tres metros allá se sienta, No puede estar aquí, lo amonesta un hombre en uniforme, enérgico, sin mala fe, el orden es el orden, sabe cualquiera y todos dudan si eso tiene sentido. Vuelve a levantarse, las nubes pasan, bajas, rápidas, gruesas, apenas repara en ellas, ni ellas en él, claro, así debe ser, cada quien a lo suyo, está bien, no hay qué de quién. 
Solo camino, primera persona del singular, como la segunda y la tercera, piensa, y también hay nosotros, nosotros, sí. Pensar, tan natural y absurdo. Miro, pues, a una anciana al paso. Su rostro es digno y hermoso Déjeme que escarbe en él, Anda, contestará, si le pido permiso. Nos hemos ido, ella y yo, y no volveré a encontrarla.
Miente la leyenda del cuaderno. No existe país ni oportunidad ni tiempo preciso. Unicamente el camino.
Al fondo hormigas humanas levantan una contrucción a la velocidad que no se extraña aquí, donde podemos contar los segundos. 
Hay preguntas estúpidas: ¿cuánto falta? ¿Para dónde?
¿Y el abuelo y la amita, con quienes iba? Vaya a saberse, nadie se pierde.
Otro niño acaba de morir, o lo gasearon o fue violado, escucho. No precisan género ni lugar. Las almas buscan inútilmente guardarse para ocultar su pena, pues necesitamos creer. Sucumbirán los sin fe y cada uno y una que falta es merma irreparable. 
No pares, vuelven a decirme, Quisiera, tardaré muy poco, respondo, Más adelante, O atrás, tercia alguien.
SIGUE